Usos políticos del lenguaje / Beatriz Gallardo Paúls
Gallardo Paúls, Beatriz (2014) Usos políticos del lenguaje. Un discurso paradójico, Barcelona, Anthropos Editorial. 206 págs. ISBN: 978-84-15260-85-1.
Como para otras instancias bien conocidas, también en las reflexiones sobre el lenguaje hemos abandonado la búsqueda de seguridades y precisas correspondencias, aquellas que nos proponían hace ya un tiempo las aproximaciones formales y el viejo estructuralismo. Contamos con la naturaleza abierta y negociable del significado de las palabras, lo que las transforma finalmente en significantes vacíos y cuyo valor se hace dependiente del sujeto que las usa. La relación del decir con su mundo objetivo de referencia se entiende como problemática, incierta, pasajera. Sobre el lenguaje se proyecta, como no podía ser de otra manera, la ambivalencia e indeterminación de lo humano con las que nuestras sociedades “abiertas” deben aprender a convivir. Todo esto, bien leído, debería ser el presupuesto que le permite operar a un espíritu libre, romántico y dotado de cierta fe en la capacidad del hombre para dirigir su historia. Nos referimos a esa actitud mental con la que Pushkin proclamaba: ¡Desgraciado el que lo prevea todo, el que nunca sienta vértigo, el que conozca a fondo el significado de cada palabra! (Eugenio Onieguin IV).
Los “usos políticos del lenguaje”, de los que nos habla Beatriz Gallardo con una profunda aproximación crítica, nos despiertan bruscamente de esta ensoñación. Si se nos pide resumir con una idea lo que se desprende en sustancia del discurso político, tal como aquí se nos presenta, y que corrobora buena parte al menos de lo que ya se sabía o se intuía, diremos que constituye la instrumentalización de la ambigüedad e indeterminación del lenguaje y, con ello, de la propia existencia humana para un efecto que en realidad es unívoco, claro y extremadamente sencillo: ganar las próximas elecciones y mantenerse en el poder o alcanzarlo. De esta forma, diremos que todo el potencial creativo, “poético”, de la ambigüedad y la indeterminación queda en realidad cancelado, como sucede de manera paradigmática en el discurso publicitario, del que tan cerca se halla el discurso político. En ningún momento se piensa, desde luego, en el destinario de mi discurso como sujeto realmente cooperante en un proceso activo de negociación del sentido y de construcción de nuestra vida social, sino como simple receptor de una sugerencia o, más bien, una instrucción, como alguien que –en definitiva- me puede ser útil a determinado efecto.
Beatriz Gallardo nos ofrece en su libro las diferentes caras con las que se manifiesta este proceso de instrumentalización al que nos referimos. Junto a otro tipo de fuentes informativas complementarias, se toma como objeto particular de estudio los argumentarios de los dos partidos políticos que se han venido alternando en España las responsabilidades de gobierno, el PP y el PSOE. Los datos corresponden a un período entre 2008 y 2013, en el que se incluye un proceso de elecciones generales con cambio de partido en el gobierno (todo ello previo a la irrupción de Podemos). Los argumentarios son textos, concebidos en principio para el consumo interno, en los que se definen consignas y tomas de posición del partido sobre los diferentes temas que ocupan el debate político. Su significatividad para el análisis deriva justamente de que ofrecen una especie de denominador común o de pauta general con la que identificamos el sello discursivo de un partido político. En cualquier caso, las reflexiones que ocupan a la autora rebasan desde luego el mero análisis y valoración de los contenidos de esos textos.
Son muchos los antecedentes sobre el tema del discurso político, más o menos próximos o alejados, de los que se da cuenta en este trabajo, pero interesa sobre todo la capacidad de integrarlos en un plan expositivo jalonado por el examen crítico de tres paradojas y sus respectivos niveles o aledaños conceptuales. Debe destacarse especialmente la aportación que supone la revisión crítica de la noción de encuadre que acompaña a este plan expositivo, y que permite definirla y articularla de manera novedosa. En palabras de la autora:
“Definimos, pues, el encuadre discursivo como una operación estratégica (de elaboración no necesariamente consciente) que determina la elección de aquellos elementos lingüísticos que permiten orientar cognitivamente la interpretación de cierto mensaje. La relevancia del encuadre/enmarcado en el discurso político se ve reforzada porque el encuadre supone ya, en sí mismo y en cualquier tipo de texto, un ejercicio de poder (Geertz 1973, Edelman 1974, Bourdieu 1982), que se inserta en una relación interactiva” (pág. 30).
Las tres paradojas a las que nos referimos y en cuyo espacio o nivel conceptual se articulan los diferentes sentidos de la noción genérica de encuadre discursivo se atienden de manera diferenciada en tres capítulos de esta obra.
Contamos, en primer lugar, con una paradoja enunciativa que refiere, en particular, a la ambivalencia en los usos léxicos, a la ductilidad que impone el discurso político sobre el lenguaje al hacer que una misma palabra signifique una cosa y la contraria, dependiendo del momento y del sujeto que la enuncie. El simple hecho de poner nombre a un problema o asunto de la vida pública es al mismo tiempo proponer un encuadre o marco desde donde interpretarlo. Nombrar de una u otra manera es ya interpretar las cosas en uno u otro sentido, mucho antes de que un análisis objetivo de las mismas llegue a realizarse. El discurso político explota al máximo esta relación entre los actos de denominación e interpretación. Beatriz Gallardo plantea en relación con este tema diferentes mecanismos de manipulación en el uso de las palabras, que pueden tener los efectos antagónicos de focalización perceptiva u ocultamiento de realidades según sea el caso. El uso de elementos léxicos referidos a determinados actos de habla, como el “ataque al oponente” y el “autoelogio”, es especialmente tematizado en el estudio que reseñamos.
Tenemos, en segundo lugar, la paradoja textual donde se disfraza, en términos de la autora, “un relato emocionante y pasional con la apariencia objetiva del razonamiento lógico, del argumento” (pág. 10). La acción política debería ir acompañada de un discurso básicamente argumentativo en el que los principios de objetividad y racionalidad dominaran sobre cualquier otro tipo de instancias a la hora de ofrecer soluciones en la gestión del bien común, pero sucede que al mismo tiempo la acción política debe ganarse a la opinión pública. Para esto último un discurso narrativo, con la única exigencia de la verosimilitud, resulta mucho más indicado. El discurso político apela, en este sentido, a una predisposición psicológica muy profunda del ser humano hacia una versión discursiva que se desarrolle en el eje del tiempo, de un tiempo de vida, antes que en un espacio atemporal de causas y argumentos.
Se atiende en el libro finalmente a la paradoja que se denomina interactiva, con la que se refiere la autora a cómo “cierta multiplicidad de voces políticas ha de identificarse como voz única de partido, y diferenciarse a la vez de otras voces ajenas” (pág. 10). La voz del partido debe por una parte integrar como discurso propio el de una pluralidad de sujetos miembros del mismo, y dar cuenta por otra parte de voces ajenas o destinatarios que ocupan a veces no la posición de un oyente, sino la de una tercera persona a la que se dirige o que convoca el discurso político de manera indirecta. Quedan aquí incluidos otros partidos, los medios de comunicación social y los ciudadanos. Se dedican en este punto unas excelentes páginas a los diferentes modos con que la voz del partido constituye un “nosotros” frente a un “ellos”. Es especialmente interesante también el efecto de encuadre o marco interpretativo que cabe atribuir a la diferencia entre intervenciones iniciativas (en las que con mis palabras promuevo del decir del otro) frente a las reactivas (en las que con mis palabras respondo al decir del otro). El uso de estas últimas puede llegar a escenificar una relación de dependencia.
Aunque no constituye en realidad el objetivo prioritario de libro, a lo largo del mismo se van desgranando algunas diferencias tal vez de matiz, pero no por ello menos relevantes, que nos permiten identificar, dentro del discurso político general, estilos definitorios de posiciones conservadoras y posiciones de izquierdas, esto es, en nuestro caso entre los estilos propios del argumentario del PP y el argumentario del PSOE. En términos generales, el argumentario del PP exacerba o ejemplifica siempre mejor que el argumentario del PSOE las estrategias discursivas propias de la acción política. No podemos saber si esta posición “rezagada” de la izquierda se debe a impericia o a cierta distancia crítica respecto al propio uso discursivo, como cuando se seleccionan, por ejemplo, mecanismos menos directos para la expresión del autoelogio, o cuando se construyen textos que reclaman la actividad inferencial del lector en mayor grado que en los textos del PP.
Para concluir, diremos que se cumple el objetivo final del libro, el de desvelar mecanismos de construcción discursiva que normalmente se encuentran velados u ocultos y, por este motivo, exentos del análisis crítico. En lo explícitamente formulado no se pretende en realidad mucho más, pero parece por otra parte claro –y así se deja ver- que la denuncia ante determinados usos discursivos constituye una motivación subyacente. ¿Puede quedar realmente impune una “traición” tan meridiana (tal vez no intencionalmente buscada, o tal vez sí) al espíritu de las cosas? ¿Cuál es el margen que estamos dispuestos a asumir para la expresión fraudulenta? Ignoramos si una contestación social reactiva encontrará realmente algún día su cauce.
Referencias bibliográficas
Bourdieu, Pierre (1982): ¿Qué significa hablar? Economía de los intercambios lingüísticos, Madrid, Akal, 2008. Trad. de Esperanza Martínez Pérez.
Edelmann, Murray (1974): “The Political Language of the Helping Professions”, Politics and Society, 4/3, 295-310.
Geertz, Clifford (1973): La interpretación de las culturas, Barcelona, Gedisa, 1977. Trad. de Alberto L. Bixio.
Carlos Hernández Sacristán. UVEG.