Traducir la experiencia – La experiencia del traducir
Resumen
El presente dossier nos propone una reflexión en torno a la práctica de la traducción literaria que centra su atención en la figura del traductor, habitualmente olvidada por una teoría de la traducción basada, sobre todo, en la evaluación de los productos o textos traducidos. Se encuentran aquí implicados aspectos vivenciales de la práctica de la traducción, aspectos referidos a la motivación y finalidad última de esta actividad, y todo lo relativo al ejercicio de una responsabilidad plural y a la propia autoestima del traductor, cuya labor genera un valor añadido (social, cultural o económico) incalculable. Aspectos paradójicos y contradictorios de la traducción están también presentes en los textos que siguen.
Palabras clave
Traducción, comunicación intercultural, experiencia del traducir, alteridad, frontera lingüística-cultural.
El presente dossier contiene una colección de artículos que nos propone una reflexión sobre la práctica de la traducción literaria orientada hacia la propia figura del traductor, figura hasta hace no mucho olvidada o postergada en la teoría o teorías de la traducción, para las que el interés casi exclusivo ha estado en los productos culturales que llamamos textos traducidos o en los procesos culturales (también socioeconómicos y sociopolíticos) en los que estos productos participan. Adoptar la perspectiva del sujeto o agente personal implicado en el traducir se justifica de momento –lo que no es ya poco– como acto de reconocimiento al individuo traductor, cuya invisibilidad ha sido nota común a lo largo de la historia. La teoría de la traducción debe ser espacio donde este reconocimiento a la labor del individuo traductor encuentre un puesto central, y no un lugar para el olvido o la disolución programática. Pero con independencia de este obligado acto de reconocimiento, entendemos que adoptar la perspectiva del sujeto o agente personal es, como ya lo expresara Ortega y Gasset (1983 [1923]) con total claridad, situarse en ese espacio o momento en que el objeto cultural cobra vida, llega realmente a ser lo que es, como sucede para una lengua con los actos concretos del decir a los que sirve de vehículo. El individuo, en este sentido, es algo más que caja pasiva de resonancia de los procesos culturales en los que se implica, es factor constitutivo y, por ende, explicativo de los mismos.
Cuando Anthony Pym (1993), en un estudio sobre fundamentos epistemológicos de una teoría de la traducción, se refiere a la especificidad del saber traductológico como un saber que se manifiesta en el estado psicológico de la duda, estado que suele preceder a la toma de decisión entre opciones alternativas, nos propone de manera radical un anclaje subjetivo en nuestra manera de pensar la traducción. Solo a una instancia subjetiva individual cabe en sentido recto atribuir una estado psicológico de la duda. Y a la duda acompaña también, por supuesto, la vivencia paradójica, el oxímoron de ser y al mismo tiempo no ser quien dice o escribe, el dilema de ser tú mismo o el otro (Hernández Sacristán, 2008). Pero convendrá entender esa individualidad de la que hablamos en todas sus dimensiones y, muy en particular, no olvidarnos de la dimensión somática que también la define, esto es, de la presencia (más que la re-presentación) del propio cuerpo del traductor en el proceso traductológico.
A ello se refería Douglas Robinson (1991) en un ensayo con el significativo título de The translator turn. La perspectiva del sujeto traductor, su turno a la hora de dar cuenta de la actividad que aquí nos ocupa, la plantea en efecto Robinson en términos de presencia y experiencia somática, la del propio cuerpo del traductor implicado en su tarea. Esta somatización del proceso traductológico se nos manifiesta en términos de placer creativo, el tal vez asociado a ese espacio de libertad que podríamos designar con la noción epicúrea de clinamen (Hernández Sacristán, 2008), aunque también en términos de angustia, y ello pese a la propuesta liberadora del concepto de falta o pecado que nos propone el propio Robinson. La dialéctica entre el espíritu y la letra, que en el caso de la traducción poética nos plantea una aporía de resolución en apariencia imposible, ocupa en definitiva el sentir y el decir interior del traductor embarcado en su tarea de decir «casi lo mismo» (Eco, 2008).
Centraremos aquí nuestro interés en el examen relativo a la vivencia de una actividad creativa asociada a la práctica de la traducción u otras prácticas desarrolladas en diferentes tipos de espacio interlingüístico o intercultural, aunque pivotando básicamente con o desde la literatura hispánica. Traducir es siempre algo más que una simple operación de mediación lingüística, operar sobre el lenguaje es siempre –en mayor o menor grado– operar sobre una experiencia del mundo que inevitablemente recreamos al trasladarnos de lengua y espacio cultural. La traducción literaria en general y la traducción poética en particular nos sitúan claramente en ese espacio y esa tarea de recreación de la experiencia, operación metafórica con la que describe Robinson (1991) el propio proceso traductológico. De ahí que traducir la experiencia implique a un tiempo situarnos en la vivencia o experiencia del propio traducir.
El traductor como sujeto y su experiencia del traducir han sido programáticamente incluidos por Andrew Chesterman (2009), en el marco académico de la traductología, en un artículo cuyo título (The name and nature of translator studies) quiere ser réplica de la ya clásica contribución de James Holmes (1988) (The name and nature of translation studies), contribución aguda en muchos sentidos, pero que dejaba la figura del traductor desfocalizada en su famosa cartografía de los estudios traductológicos. Chesterman nos propone una relectura del mapa de estudios traductológicos de Holmes que nos permita asignar al traductor el puesto central que merece ocupar en el mismo. Se encuentran aquí implicados aspectos deontológicos de la práctica de la traducción, aspectos vocacionales o motivacionales asociados a la misma, y todo lo relativo al ejercicio de una responsabilidad plural y a la propia autoestima del traductor en tanto que agente que nos procura productos con un valor añadido (social, cultural o económico) incalculables. Los fines últimos del traducir, en tanto que intencionalidad última «vivida» por el traductor en el desempeño de su tarea, son conceptuados por Chesterman (2008, 2009) a partir de la noción estoica de telos, que se diferencia de la de skopos, o finalidad inmediata.
Sobre finalidades últimas del traducir versan de alguna manera los textos que siguen. El que se acojan en este volumen 5 de EU-topías obedece igualmente a un para qué del traducir, el que –en definitiva– ha permitido construir con sus luces y sombras el mundo (y la Europa) en que vivimos. Iniciamos el dossier con tres artículos, los de Donald Wellman, Debra Faszer-MacMahon y Evelio Miñano Martínez, en los que se enfrentan o dialogan las experiencias del traducir poesía y de la propia creación poética, las de los mismos autores de estos textos en los casos de Wellman y Miñano, y las de Clara Janés en la contribución de Faszer-MacMahon. Seguimos con los artículos de Francisca González Arias y Dora Sales, traductoras que relatan sus experiencias como mediadoras transculturales, y su relación empática con los/las novelistas que traducen. La práctica de la creación literaria (y también en particular poética) entre dos lenguas y dos culturas, el fenómeno de la autotraducción y el de la traducción como exilio son cuestiones estrechamente relacionadas, aunque focalizadas en este orden por las contribuciones de María Rodríguez Cerezales, Josep Miquel Ramis y José Francisco Ruiz Casanova. Proseguimos con un debate entre teorías y maneras de entender la experiencia del traducir que nos plantea Mabel Richart-Marset a propósito de una práctica de la traducción audiovisual. El dossier concluye con la presentación, por parte de Elena López Riera y Valeria Wagner, de la colección El Dragón de Gales, una particular suma de prácticas individuales que acaba siendo gran empresa colectiva de traducción multilingüe, todo un símbolo de la multidireccionalidad y la multipolaridad de los procesos interculturales con las que deberíamos siempre contar.
Bibliografía
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CHESTERMAN, Andrew (2008), “Ethics of renarration. Mona Baker is interviewed by Andrew Chesterman”, Cultus, 1 (1), pp.10-33.
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CHESTERMAN, Andrew (2009), “The Name and Nature of Translator Studies”, Hermes. Journal of Language and Communication Studies, 42, pp. 13-22.
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ECO, Umberto (2008 [2003]), Decir casi lo mismo. Experiencias de traducción, Barcelona: Lumen (Traducción de Helena Lozano Millares. Título original Dire quasi la stessa cosa: esperienze di traduzione, Milano: Bompiani)
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HERNÁNDEZ SACRISTÁN, Carlos (2008), «Lenguaje y clinamen: sobre la ‘libertad’ del traductor», en Susana Díaz y Andrea Goin, eds., Territorios en red. Prácticas culturales y análisis del discurso, Madrid: Biblioteca Nueva, pp. 43-56.
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HOLMES, James S. (1988), “The Name and Nature of Translation Studies”, en Holmes, J.S., Translated! Papers on Literary Translation and Translation Studies, Amsterdam, Rodopi, pp. 67-80.
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ORTEGA y GASSET, José (1983 [1923]), “Prólogo para alemanes”, en Obras Completas VIII, Madrid: Alianza Editorial-Revista de Occidente, pp. 11-58.
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PYM, Anthony (1993), Epistemological Problems in Translation and its Teaching, Calaceit, Teruel: Caminade.
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ROBINSON, Douglas (1991), The translator’s turn, Baltimore and London: The Johns Hopkins University Press.