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La vida callada de Federico Mompou / Clara Janés

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La vida callada de Federico Mompou, Clara Janés, Madrid, Vaso roto, 2012, 388 pp.

La vida callada de Federico Mompou permanece fiel a los propósitos que declara la misma autora, Clara Janés, en el inicio, al afirmar que aspira a ofrecer «una visión totalizadora de la personalidad humana y artística del músico, y de su importancia a nivel universal en el terreno de la composición», sin pretender recoger todos los documentos, textos y epistolario del compositor, sino «ofrecer en un compendio de carácter lo más definitivo posible un amplio panorama global que interese al profano y sea imprescindible para el especialista».

Nos encontramos, pues, ante un bello ensayo con un estilo literario muy cuidado que trata de ofrecer al lector un panorama que muestre el entorno en el que se crió, su relación con los sonidos, con el mundo, con las personas que lo rodean, consigo mismo y con la música, dándonos pinceladas que muestren su personalidad y cómo ésta queda reflejada en su obra. Por lo tanto, no debe esperar el lector un análisis pormenorizado de las partituras, ni una revisión crítica de los estudios teóricos que se hayan realizado sobre el compositor (si bien, por supuesto, cita algunos de ellos). Es por ello que, tal y como afirma Clara Janés, es un libro abarcable por todos, que aporta toda una serie de datos útiles para el especialista sin dificultar la lectura a un público profano en la materia.

Si bien, como advierte Clara Janés, no es posible recoger todos los documentos, textos y cartas personales del compositor, sí es cierto que este tipo de textos serán los que guíen la redacción de esta biografía, tratando de reflejar el carácter, las inquietudes, las alegrías, las angustias, los esfuerzos, las reflexiones y pensamientos de Federico Mompou, en muchas ocasiones con sus propias palabras.

Al contrario de lo que ocurre en múltiples biografías, en todo el primer capítulo no se habla en absoluto del compositor, sino de los antecedentes familiares tanto maternos como paternos; algo muy de agradecer debido a ciertas particularidades que marcarán a Federico Mompou. La familia Dencausse (rama materna), de origen francés, era una familia conocida durante muchas generaciones por su negocio de fabricación de campanas, que terminó instalándose en Barcelona donde nacería la madre de Mompou (siempre en relación con la colonia francesa en Barcelona por l’Alliance française y sin abandonar el francés) así como el propio Federico. Así pues, el origen francés de su familia materna y cómo mantendrán siempre ese vínculo con la cultura francesa, marcará a Federico y sus hermanos en su educación dentro y fuera del ámbito familiar, desde educar a los niños en la Escuela francesa hasta la combinación de la cocina francesa con la catalana. Esta familiaridad con la cultura francesa permitirá a Federico Mompou sentirse bastante cómodo (a diferencia de otros compositores, como Manuel de Falla, para los que había supuesto toda una aventura) en cuanto a la decisión de ir a estudiar a París, donde inclusive tiene familia. Sin embargo, más allá del vínculo con lo francés, la fábrica de campanas en la que juega con sus hermanos y amigos, donde Federico observaba los moldes de las campanas y escuchaba las resonancias metálicas, entrando silencioso al laboratorio donde estaban las balanzas de precisión, influirá desde siempre en la relación que mantendrá el compositor con los sonidos. De hecho, la relación que mantiene Mompou con la sonoridad, ya sean los sonidos de las campanas, de las máquinas, de los pregones de vendedores ambulantes, de los juegos infantiles, del jaleo de los suburbios, del mar, de la experimentación con rollos de pianola, de todo aquello que encuentre a su paso y que tantas veces refleja en sus partituras, se encuentra presente a pinceladas a lo largo de toda la biografía.

No sólo la sonoridad, sino los juegos fuera y dentro del colegio, los amores infantiles, cómo era el piano en el que estudiaba y qué sonidos se escuchaban alrededor, las fiestas y las reuniones de amigos en la casa familiar con la música siempre presente, los viajes y los paseos familiares, las fiestas de verano, su primer gran y conflictivo amor, sus amistades, todo lo que concierne a su infancia y adolescencia, que se resiste a abandonar, la importancia de los recuerdos que le acompañarás durante toda su vida, y que serán un refugio en muchas ocasiones. Todo tiene importancia, pues son estos preciados recuerdos los que llevará el compositor al pentagrama una y otra vez.

En cuanto a la familia paterna, más que la influencia de la rama familiar, será la de la figura del padre, quien se enfrentó a su familia decidiendo sus estudios por sí mismo y se casó sin mediaciones familiares con la mujer que amaba. Esto supondrá para Federico y sus hermanos no sólo la libertad de elegir su porvenir, sino todo el apoyo familiar posible para que pueda llevar a cabo sus aspiraciones. Este apoyo será fundamental, teniendo en cuenta que Federico Mompou se tomará su tiempo para pensar su camino e iniciará sus profesión estudios para ser pianista durante algunos años antes de decidirse por la composición.

Clara Janés traza tanto las virtudes como las debilidades del compositor, la complejidad de su persona desde la infancia. Federico Mompou niño es descrito como callado, tranquilo y silencioso, muy curioso, siempre mirando mucho por la ventana, escuchando las clases de piano de sus hermanos. Mompou era tímido, sensible y distraído; crecía mucho en altura y era pálido, lo que preocupaba a su madre por si habría heredado la mala salud de su abuelo materno; preocupación que le perseguiría siempre. La autora muestra también los estados depresivos en los que cae el compositor, que como Sísifo, combate una y otra vez. Estamos ante una biografía que trata de mostrar tanto las virtudes como las debilidades de un autocrítico Mompou, sus miedos, su angustia. Encontramos interesantísimas citas de cartas familiares en las que afirma no ser capaz de estudiar, en las que dice honestamente que está perdiendo el tiempo y que la inquietud y melancolía han terminado en un estado de indiferencia ante todo, llegando incluso a pensar en volver a España. La autora, a través de las palabras escritas en las notas personales del compositor, con todo tipo de reflexiones, sus cartas, sus lecturas filosóficas, sobre psicología, etc., en busca de respuestas acerca de sí mismo, dibuja poco a poco las contradicciones muy humanas tratando de mostrar esa «visión totalizadora de la personalidad humana y artística del músico» que busca desde la primera página.

Por supuesto, esta «visión totalizadora» se proyecta sobre la obra de Mompou, desde su relación con los sonidos de su infancia y juventud en su «acorde metálico» en el que afirmaría que se resume toda su música, hasta un concepto muy importante para él: «recomenzar», que no sólo puede aplicarse a su lucha contra sus estados de angustia sino a su voluntad de querer liberar la música de los moldes tradicionales a los que se enfrentará a través de una composición centrada en la intuición y el sentimiento, en la que será fundamental el concepto de primitivismo. Ya en Barcelona, se dirige a los suburbios en busca de los sonidos, colores, actitudes, tradiciones, etc., que no puede encontrar en el centro de una ciudad inmersa en el progreso tecnológico. La relación del compositor con su entorno, con el paisaje, es fundamental para entender su obra. Este primitivismo es un «recomenzar», crear lo nuevo a partir de lo primitivo, del regreso al pasado, intentando expresar el máximo con el mínimo de recursos, con la mayor sencillez y concisión posibles. Hijo de su época, Mompou se inscribirá en este camino del primitivismo, transitado por tantos otros compositores como, por ejemplo, Manuel de Falla, y un recurso muy presente en otros ámbitos como es el literario. Si bien es cierto que Mompou, a diferencia de otros autores, no buscará un primitivismo erudito.

Otro punto ciertamente interesante en esta biografía es el análisis de la recepción de la obra de Mompou por sus contemporáneos, tanto a través de la crítica de grandes críticos musicales como Adolfo Salazar o Emile Vuillermoz, como por las diferencias entre la calurosa acogida del público francés frente a una más fría acogida del público español, pese al éxito internacional.

La autora acierta al no encasillar a Federico Mompou en ningún grupo ni escuela, pues su estilo compositivo es personalísimo aunque sus inquietudes y búsquedas se inscriban, lógicamente, en las de su época, y utilice recursos comunes a sus coetáneos, siempre caminando por una senda propia. Es por ello que Clara Janés presenta en esta obra a Federico Mompou como un precursor que no debe encasillarse en ninguna escuela.

Esta tercera edición de la biografía del compositor catalán realizada hábilmente por Clara Janés, viene acompañada de toda una serie de textos e ilustraciones de Mompou en  facsímil, que nos permiten adentrarnos un poco más en los pensamientos del compositor, completando las numerosas citas a lo largo del texto. Asimismo, encontramos una colecció-n de fotografías de alta calidad, donde podemos visualizar algunos de los lugares y personas que luego quedan plasmados en su obra, como por ejemplo la foto de la gitana Chantuncha, fuente de inspiración en la búsqueda del primitivismo, de lo elemental, del ambiente del suburbio. Igualmente, se nos proporciona en los anexos la partitura inédita de El Pont, en su versión original para piano, sin duda una reproducción de enorme interés. Así pues, en esta tercera edición la autora no sólo ha revisado y corregido la obra en su totalidad, incluyendo nuevos textos en sustitución de otros, sino que ha introducido esta partitura inédita e incluido un material gráfico de gran calidad que nos aproxima a esos lugares y momentos que marcaron la vida y obra de Federico Mompou, «la personalidad humana y artística del músico».

Inés Sevilla Llisterri (UVEG)