La comunicación, disciplina y campo de estudio. La experiencia latina
Resumen
La investigación en comunicación presenta una serie de particularidades que le otorgan un interés específico y una cierta capacidad de adaptación a la hora de analizar los fenómenos sociales. Se trata de una disciplina y un campo de estudio a la vez, lo que implica una necesaria transdisciplinariedad en el proceso de estudio de los paradigmas sociales y de formación de los profesionales de la comunicación. Esta adaptación de los estudios de comunicación supone una redefinición de las características propias de cada contexto, especialmente si se ha de llevar a cabo este estudio en América latina y en la Europa latina (Francia, Portugal, España e Italia). Su consideración como un espacio propio, unido a las políticas de I+D+I, ha de servir para repensar cómo se afronta la investigación en comunicación creando formas de análisis propias y nuevas redes de difusión.
Palabras clave
Comunicación, investigación, América latina, Europa latina, transdisciplinariedad, I+D+I, concentración, difusión.
¿Decadencia de la investigación en comunicación?¹
En 1959 Bernard Berelson, entonces profesor de la Universidad de Chicago y coautor con Paul Lazarsfeld de algunos de los primeros estudios de la mass communication research, publicó un polémico y estimulante artículo (“The State Of Communications Research”) que se iniciaba con esta provocativa frase: “My theme is that, as for communication research, the state is withering away”, que puede traducirse como “Mi idea es que, por lo que respecta a la investigación de la comunicación, la situación es de decadencia” (Berelson, 1959).
Wilbur Schramm, uno de los principales divulgadores y organizadores académicos de la investigación especializada en comunicación en Estados Unidos, se sintió obligado a replicarle diciendo que en los años 60 la mass communication research se encontraba en un momento de máximo desarrollo y esplendor (Schramm, 1997).
Pero Berelson y Schramm hablaban de dos cosas distintas. Schramm, adalid de la reivindicación de un estatus universitario para los estudios de comunicación, se refería, más bien, al indiscutible éxito administrativo y académico de estos estudios. Berelson se refería en cambio a su estado intelectual, a las consecuencias de la desvinculación que se estaba produciendo entre “las ciencias de la comunicación” y las bases teóricas de la sociología y de la psicología social, intentando construir aparatos teóricos autónomos y superficiales, condenándose a ser una investigación de medio rango (theories of middle range). Lo que hacía Berelson era advertir sobre el declive de estos estudios, sin innovaciones, reiterativos respecto de lo que ya habían descubierto los fundadores de la mass communication research y que él identificaba con Lasswell, Lazarsfeld, Lewin y Hovland: “En los últimos veinticinco años ha habido cuatro principales aproximaciones a la investigación en comunicación, o quizás seis aproximaciones menores. Las cuatro más importantes están bien caracterizadas por sus principales proponentes, que consideramos conveniente y revelador identificar por su nombre (…) la aproximación política, representada por Lasswell, la aproximación de las encuestas de opinión, representada por Lazarsfeld, la aproximación de los pequeños grupos, representada por Lewin y la aproximación experimental representada por Hovland” (Berelson, 1959).
Berelson, en su polémico artículo, hace de ello más de medio siglo, hacía una llamada a la revisión de los estudios de comunicación señalando dos aspectos que podemos considerar vigentes:
- La necesidad de “combinación”, para hacer posible el tratamiento de los temas desde distintos puntos de vista.
- La necesidad de “comparación”, para hacer frente a las demandas de estudios de comunicación internacional.
Este reclamo sigue siendo pertinente y oportuno, entre un cierto triunfalismo por el crecimiento de las carreras de comunicación y las críticas por el contradictorio desarrollo intelectual, científico, de nuestros estudios.
Trasladando las cosas a la actualidad podemos decir que el crecimiento –sin duda espectacular– de la oferta y la demanda de estudios universitarios de comunicación en América y también en Europa, no debe confundirse con estatus epistemológico. La conclusión debería ser incrementar el rigor de las teorías sociales de la comunicación y no al contrario.
Esta doble necesidad, de “combinación” y de “comparación”, nos lleva a plantear una doble coordenada de la revisión de los estudios críticos de la comunicación. Por una parte el debate sobre la transdisciplinariedad y/o disciplinariedad de los estudios de comunicación y, por otra parte, la consideración de los territorios socio-culturales desde donde se practica la investigación, los cruces e influencias teóricas entre autores y escuelas (bibliografías, redes académicas) globalizadas, pero también localizadas. Veamos por separado estos dos aspectos.
Sobre la necesidad de transdisciplinariedad
Por lo que respecta a la primera cuestión –la de la transdisciplinariedad– defiendo la idea de que los estudios de comunicación son, al mismo tiempo, una disciplina y un campo de estudio. Pueden ser considerados como disciplina no sólo porque buscan los aspectos comunicativos comunes entre los fenómenos individuales y sociales, y de éstos con los fenómenos naturales y tecnológicos (Martín Serrano, 2007), sino también porque construyen los paradigmas que permiten interpretar los distintos modelos de comunicación y su evolución histórica. Por otra parte, los estudios de comunicación se han ido construyendo sobre un gran número de relatos, investigaciones, que se han ido acumulando en nuestro campo de estudio que cuenta ya con más de medio siglo de experiencias. Diversos autores (Carlsson, 2007; Donsbach, 2006; Nordenstreng, 2007) coinciden en afirmar que a principios del siglo XXI la comunicación es uno de los campos científicos que ha experimentado un mayor crecimiento, comparable con lo que ha sucedido con la biomedicina o la ciencia de la computación.
Pero los estudios de comunicación también constituyen un campo de estudio porque, como ya señaló Raymond Williams, el estudio de la comunicación, en su forma moderna, es una convergencia o un intento de convergencia de investigadores que en un principio recibieron su capacitación en ámbitos muy diferentes: en la historia y la filosofía, en los estudios literarios y culturales, en la sociología, la tecnología o la psicología, todos ellos con un mismo campo de interés, la comunicación, como una de las actividades centrales del mundo contemporáneo (Williams, 1992).
O como ha recordado Armand Mattelart refiriéndose especialmente a la formación de los estudiantes de comunicación: “Desde la consistencia interna de las ciencias de la comunicación, y más allá de las diferencias que presentan los distintos países, creo que el problema de estas ciencias es que no dan a los estudiantes, a quienes se integran al campo, un punto de partida disciplinario para introducirse en lo interdisciplinario. Con esto quiero decir que quienes pueden pensar mejor la reformulación de las ciencias de la comunicación y la informaciónson quienes vienen de un campo peculiar, ya sea historia, sociología, etc. Ellos saben manejar conceptos. En muchas formaciones en comunicación e información faltan nociones básicas como Estado, sociedad civil o institución. Hoy no se puede hablar de las redes del ciberespacio sin interrogar lo que dicen los geógrafos al respecto, o más ampliamente a la geografía cultural. La mejor garantía para reformular y legitimar el campo de la comunicación y la información es partir de un campo peculiar”2.
Cuando los estudios de comunicación se apartan o desconsideran las bases teóricas fundamentales de las ciencias sociales y las humanidades (especialmente en las tareas formativas) generan su propia degradación. Por el contrario, cuando se apoyan en ellas se convierten en paradigma de las nuevas formas de enfocar transversalmente los estudios sobre la sociedad y la condición humana. Esta transversalidad se hace evidente ante la imposibilidad de ubicar estos estudios en una sola orilla, la de las humanidades o la de las ciencias sociales. ¿Dónde ubicar a Adorno, Barthes, Eco, Habermas, Martín-Barbero, McLuhan, Morin, Pasquali y tantos otros referentes de los estudios sobre comunicación?
Esta condición de ser disciplina y campo de estudio al mismo tiempo no es en absoluto una desventaja, sino todo lo contrario, sitúa a los estudios de comunicación a la vanguardia de los estudios sobre la sociedad contemporánea, tiempo de cruces, de derrumbe de antiguas fronteras, para afrontar la complejidad de los fenómenos sociales.
“No haber tenido la posibilidad de devenir una ‘ciencia normal’ –dice Martín Barbero– es lo que le ha proporcionado la movilidad necesaria para seguir persiguiendo su objeto…conservando el espíritu crítico y utópico” (Martín Barbero, 1997: 60).
Téngase en cuenta que este mismo dilema –¿disciplina o campo de estudio?– afecta, cada día más, a todas las ciencias sociales: ¿cómo interpretar si no la sociología, la antropología o la ciencia política actuales?
El reconocimiento de estas diferencias en el origen disciplinar de los investigadores de la comunicación tiene –o debería tener– importantes consecuencias para los planteamientos formativos, de los futuros especialistas y profesionales de la comunicación.
Transdisciplinariedad y nuevos retos de los estudios de la comunicación
La necesidad de planteamientos transdisciplinares en el estudio de la comunicación se manifiesta muy claramente ante los nuevos retos de la investigación de la comunicación a principios del siglo XXI. Distinguiría, principalmente, dos de ellos:
Por una parte la necesidad de sumar dialécticamente las aportaciones de los estudios culturales y las aportaciones de la economía política de la comunicación, un viejo debate en el que han participado investigadores de una y otra orilla (Ferguson y Golding, 1998). Por la otra, la necesidad de reinterpretar los fenómenos de la comunicación (política, cultura, economía) ante las nuevas condiciones de la era digital y la globalización.
Respecto a la primera cuestión los estudios críticos de la comunicación deberán resolver la cooperación científica entre los planteamientos de los estudios culturales y los de la economía política de la comunicación, superando los divorcios y las descalificaciones estereotipadas. La contextualización de los procesos culturales en el marco interpretativo de los cambios tecnológicos y las lógicas del capitalismo, constituye, finalmente, un reto de interdisciplinariedad. En el fondo todas las críticas de unos a otros, de la economía política de la comunicación a los estudios culturales y de estos a la economía política de la comunicación, se refieren a sendos olvidos de factores esenciales, o a la supeditación de factores, en todo caso, a la necesidad de establecer relaciones entre ellos. Tanto los estudios culturales como la economía política de la comunicación reclaman relacionar los textos y los contextos, la producción y el consumo, la codificación y la decodificación. Finalmente nada excesivamente nuevo, porque esto ya lo había planteado en los años 70 Stuart Hall en su famoso artículo –codificar-decodificar– (Hall, 1973).
Ninguno de los mencionados retos podrá afrontarse satisfactoriamente desde la parcelación disciplinar y desde las rutinas de la sociología de la comunicación o del análisis de contenido, incluso de los métodos más modernos y avanzados de la semiótica y los estudios del discurso. Como reconoce claramente Van Dijk, uno de los principales referentes de estos estudios, cuando señala que el análisis del discurso debe plantearse como un campo en el que confluyen las aportaciones de la antropología, la etnografía, la sociología, la psicología cognitiva, la lingüística y la semiótica, interesadas todas ellas en el estudio de “las estructuras, funciones y procesamientos de textos escritos y hablados” (Van Dijk, 1993: 135).
Los flujos entre teorías, la intertextualidad que se ha ido produciendo entre las diversas aproximaciones a los fenómenos culturales y de la comunicación, constituyen la verdadera comunicología, o mejor, el pensamiento comunicacional en el sentido propuesto por Bernard Miège (Miège, 1995).
La transdisciplinariedad característica de la investigación latina
Una de las principales características de la investigación de la comunicación latina es, precisamente, la comprensión de los estudios de comunicación desde esta perspectiva transdisciplinar.
Tal vez las mayores reticencias a esta consideración se hayan producido en España y en Portugal, coincidiendo con un menor desarrollo de las ciencias sociales en el siglo XX y con la mencionada confusión entre la reivindicación académica y la naturaleza epistemológica de nuestro objeto de estudio.
El reto transdisciplinar ha sido fundamental en la configuración de una tendencia no dependiente de los estudios de comunicación en América latina, en un proceso de desvinculación de la sociología funcionalista de la mass communication research reinterpretada por Schramm en términos de comunicación para el desarrollo.
Muchos reconocen en la pedagogía de Paulo Freire uno de los fundamentos de esta emancipación, trasladando los planteamientos pedagógicos “del oprimido” a los análisis sobre la dominación y la resistencia ideológica en el análisis de los medios de comunicación.
Más recientemente los estudios culturales de la comunicación han hecho clara alusión a esta necesidad de transdisciplinariedad como una de las características de los estudios culturales de la comunicación: Rossana Reguillo al referirse a los estudios sobre cultura en América latina afirma que “lo ‘transdisciplinar’ ha sido en Latinoamérica una necesidad. Pensar el mundo y la propia sociedad en condiciones asimétricas de poder no sólo intelectual, obligó a que muy temprano los pensadores latinoamericanos construyeran sus andamiajes teóricos desde la lógica de las intersecciones: había que entender la historia al tiempo que la economía, la dependencia al tiempo que la colaboración de las élites locales con los dominadores; había que entender lo popular residual en su intersección con los procesos de codificación de la cultura dominante” (Reguillo, 2004: 3).
Como lógica consecuencia de estos planteamientos, de “una disciplina pluridisciplinar”, los objetos de estudio no se ciñen ni limitan a la mass mediation, sino que se procura interpretar a los medios en su contexto más general de las mediaciones.
Fue Martín-Barbero el primero en provocar este descentramiento con su libro de referencia De los medios a las mediaciones, del cual Néstor Garcia Canclini ha dicho que “Para cumplir estos objetivos atraviesa varias disciplinas. Puesto que desplazando el análisis de los medios a las mediaciones sociales, no es sólo un texto de comunicación. Bien informado de la renovación actual de los estudios sociológicos, antropológicos y políticos, parece un libro escrito para confundir a los bibliotecarios” (en Martín-Barbero, 1987: prólogo).
Después de la Segunda Guerra Mundial la investigación sobre comunicación en Italia y Francia se fue desmarcando de las tradiciones de la “ciencia del periodismo” que se habían desarrollado en los años 40 (Moragas, 1981) y que persistieron, en buena medida, en las Escuelas Oficiales de Periodismo en España y posteriormente en los primeros pasos de los estudios de comunicación en la universidad (1971) concebidos como una pieza desvinculada del conjunto de las ciencias sociales y las humanidades. Y esto a diferencia de lo que sucedía en Francia e Italia donde los estudios de comunicación eran inseparables del desarrollo de la semiología, la ciencia política, la historia o la sociología.
En Francia los fundadores de la disciplina (Friedman, Cazeneuve, Moles, Barthes, Morin, Escarpit) provenían de campos bien distintos, de la documentación, la información política, la semiología, la sociología de la cultura (Puustinen, 2007). Bernard Miège en su “pensée communicationelle” (Miège, 1995) expresa perfectamente este carácter pluridisciplinar, y al mismo tiempo disciplinar, de las ciencias de la comunicación y la información (Infocom): “A las tres corrientes iniciales fundadoras de las ciencias de la información y la comunicación (el modelo cibernético, la aproximación empírica funcionalista de los medios de masas y el método estructural en sus aplicaciones lingüísticas)… se han ido incorporado más recientemente problemáticas específicas que han renovado en profundidad el pensamiento comunicacional, y a través de ella las investigaciones sobre información y comunicación. Entre ellas conviene citar especialmente: la economía política (crítica); la pragmática; la etnografía de la comunicación; la etnometodología y la sociología de las interacciones sociales; las sociologías de la técnica y de la mediación; los estudios sobre la recepción de los mensajes así como la formación de los usos sociales de los medios y de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación; también diversas reflexiones filosóficas” (Miège, 1997: 81).
Por su parte la moderna investigación sobre comunicación en Italia (Wolf, 1997; Sorice, 2000 y 2009), lejos de los planteamientos iniciales de Fatorello en los años 40 y 50 sobre la periodística, se construye sobre dos principales bases de influencia teórica: la sociología y la semiótica. En ambos casos desde una apertura a las influencias internacionales del estructuralismo francés, los estudios de la recepción, los cultural studies británicos y la escuela de Frankfurt interpretados en la tradición del pensamiento de Gramsci sobre la hegemonía.
Global y local también en la investigación de la comunicación. La experiencia latina
La segunda coordenada, la correspondiente a la “comparación” recomendada por Berelson, consiste en plantear los estudios de comunicación desde la perspectiva de los intercambios teóricos entre escuelas de distintos contextos.
McQuail, en su ensayo “Diversity and convergence in communication science: The idea of ‘national schools’ in the European area” (2009) ha señalado algunos factores que determinan la singularidad de las distintas escuelas de investigación, derivadas de la tradición científica de cada contexto, de las diferencias políticas, de la política internacional de cada país, de las diferencias lingüísticas, pero también de las características nacionales de cada sistema comunicativo o, finalmente, del desarrollo de cada sistema universitario, estableciendo una distinción muy interesante entre lógica cognitiva y lógica social de nuestros estudios.
Pero estas lógicas, derivadas de la tradición, de la política, la lengua, los flujos migratorios, los sistemas comunicativos, etc. no son solo nacionales, en confrontación con lo mundial, sino que son internacionales a diversos niveles.
El análisis histórico de la evolución de los estudios de comunicación ha ido demostrando que las opciones metodológicas y los temas de investigación son consecuencias de una hibridación entre contexto local e influencias internacionales. Algunas de estas corrientes, como también sucede en el arte y la creación cultural, pueden llegar a ser reconocidas como universales, otras en cambio, sin desmerecer en importancia, tendrán solamente una difusión local o localizada, internacional pero no mundial.
En este sentido puede tener un especial interés el análisis de los flujos y barreras que se han producido y se producen entre América latina y Europa latina, y entre los diversos países de América y Europa entre sí.
Europa y Europa latinas
El nuevo sistema de relaciones global–local que se va configurando en la sociedad red (Castells, 2009) nos recomiendaanalizar las influencias internacionales observando distintas subáreas y redes de nodos. ¿Es pertinente entonces referirse al área de la “Europa latina”?
Los cuatro países de la “Europa latina” a los que aquí haré referencia (Francia, Portugal, España e Italia), a diferencia de “América latina”, no constituyen una región de referencia sino más bien un subconjunto de otros conjuntos más amplios: Europa, países mediterráneos, o incluso otros referentes transoceánicos: francofonía, lusofonía, hispanismo.
Las características relativamente comunes de los respectivos sistemas de comunicación en estos estados –Hallin y Mancini (2007) se refieren al “modelo mediterráneo o pluralista polarizado– justificarían en parte su consideración conjunta en los estudios de comunicación. Pero no son únicamente los sistemas de medios quienes determinan los factores comunes de la investigación, también deben considerarse otros factores como el clima y las formas de vida en el uso de los medios, los fenómenos migratorios y, sobre todo, el papel de las lenguas, las identidades locales, regionales y nacionales en cada uno de ellos.
La investigación de la comunicación se articula en la dialéctica globalización-localización y se estructura en áreas (nodos) construidos por variables lingüísticas, geográficas y políticas –lusófonos, hispanos, latinos, británicos, germánicos, escandinavos, eslavos … también catalanes, escoceses, vascos, gallegos, andaluces, etc.– y sucesivas áreas, con múltiples barreras, relaciones e influencias.
El análisis comparado de Francia, Italia, España y Portugal nos permite distinguir las características compartidas y las características específicas en cada uno de los correspondientes sistemas de investigación, identificando cuáles son los condicionantes históricos, políticos y sociales, que orientan la investigación y cómo circulan las influencias teóricas partiendo de sus respectivas tradiciones académicas y culturales. Pero el interés de nuestra observación sobre la investigación en estos países de la Europa latina aparece con mayor nitidez cuando nos planteamos la cooperación académica e intelectual entre este subconjunto y América latina. La cooperación no debe plantearse desde un solo estado a toda una región, sino que debe hacerse desde una perspectiva internacional lo más amplia posible, desde los distintos nodos de influencia. No me parece que tenga mucho sentido proponer una colaboración entre uno solo de estos estados y (toda) América latina. La comparación fructífera exige que el interlocutor aporte a la cooperación las influencias de su propio contexto internacional. Por lo general el discurso teórico que se realiza en cualquiera de los países de América latina (Argentina, Brasil, Colombia, México, Perú, etc.) es mucho más internacional, más latinoamericano, que el discurso teórico que se realiza en los países de la Europa latina.
Cada uno de los países europeos aquí referenciados tiene su propia historia de prioridades e influencias en la investigación. En España y Portugal, por ejemplo, las dictaduras cerraron durante décadas las fronteras a la influencia de las principales escuelas europeas y norteamericanas. Por otra parte algunas tradiciones europeas han compartido hegemonía teórica con las tradiciones norteamericanas (Escuela de Frankfurt, Estructuralismo, Cultural Studies). Más recientemente se ha ido imponiendo un eje anglosajón de los estudios de comunicación construido gracias a la articulación de las grandes editoriales y los principales centros de investigación en Gran Bretaña y Estados Unidos.
La investigación latinoamericana comprendió antes que nadie que la evolución de los estudios de comunicación sus opciones metodológicas y los temas de investigación, eran consecuencias de contextos e influencias internacionales concretas.
La tarea de los pioneros de la investigación en comunicación en América latina –Paulo Freire, Díez Bordenave, Luís Ramiro Beltrán o Antonio Pasquali– consistió precisamente en proponer un nuevo enfoque alternativo a la mass communication research, como se expresa claramente en el emblemático artículo de Luis Ramiro Beltrán “Premisas, objetos y métodos foráneos en la investigación sobre comunicación en Latinoamérica” (Beltrán, 1985).
Más recientemente, tanto los estudios culturales como los estudios de economía política de la comunicación, las dos aéreas de mayor desarrollo en los estudios de comunicación en América latina, han ido demostrando que era posible y necesario analizar estos fenómenos en sus propias ciudades: Bogotá, Chiapas, Lima, Buenos Aires… sin la necesidad de buscar ejemplos y situaciones que podían suceder en Londres o Glasgow (cultural studies de la Escuela de Birmingham), en Elmira o Ohio (Two step flow of communication, Agenda setting) o en París (Mithologies).
La investigación en “Europa latina” y “América latina”
Es en este contexto que adquiere mayor sentido preguntarse por las influencias teóricas entre “Europa latina” y “América latina”, reconociendo dos importantes aspectos:
Por una parte se observan importantes diferencias respecto de las influencias en el interior de cada una de estas regiones. En Europa latina las fronteras entre los distintos países son más fuertes y determinantes que en América latina. No es raro escuchar conferencias, leer ponencias de autores latinoamericanos, que se refieren con gran naturalidad a múltiples ejemplos de sus respectivos y numerosos países. Esto es más difícil de encontrar en la investigación europea, incluso en el área latina, donde se mantienen fronteras a la influencia mutua.
Por otra parte las influencias entre Europa latina y América latina en materia de estudios de comunicación presentan importantes desequilibrios, a favor de la influencia europea pero no viceversa, por lo menos en la misma medida.
La investigación en América latina, trayectos compartidos
La investigación sobre comunicación en América latina no es homogénea, pero se basa en algo muy particular: compartir la diversidad y “de-construir” los aparatos teóricos sobre comunicación basados en la experiencia ajena de las grandes metrópolis del mundo occidental desarrollado, especialmente de los Estados Unidos y de las teorías desarrollistas del funcionalismo y de la mass communication research.
De hecho puede hablarse de grandes rutas teóricas específicas de la tradición latinoamericana, de irregular influencia en Europa.
Inicialmente las teorías que podemos denominar de ruptura con los “objetos, métodos y premisas” de la teoría de la comunicación dominante, propuestas por autores pioneros como los citados Paulo Freire, Díez Bordenave, Luís Ramiro Beltrán o Antonio Pasquali. Estas teorías se apoyaron en otras tantas influencias de las grandes corrientes europeas de las ciencias sociales y humanidades. Martín-Barbero (2002) se refiere a ello al señalar sus deudas con Paul Ricoeur, Pierre Bourdieu, Michel de Certaux, Walter Benjamin y Gramsci: “Fue la revoltura de Freire con Gramsci la que me enseñó a pensar la comunicación a la vez como proceso social y como campo de batalla” (Martín-Barbero, 2008: 23).
Le siguieron los estudios sobre políticas de la comunicación, entendidos de forma amplia e incluyendo las grandes aportaciones de la economía política de la comunicación, todo lo cual desembocó en las aportaciones latinoamericanas al debate del Informe Mac Bride (Bolaño y Mastrini, 2001), también los estudios que proponían la confluencia de la comunicación con los estudios culturales, ruta largamente seguida por Jesús Martín-Barbero desde la publicación en 1987 del libro De los medios a las mediaciones (Martín-Barbero, 1987 y 2010) y otros autores como García Canclini, Renato Ortiz, Jorge González, que diferenciaron los estudios sobre comunicación y cultura de los cultural studies, tanto de tradición británica, como de los más recientes estudios norteamericanos.
Finalmente deberá abrirse una nueva ruta para observar todo aquello que sucede ahora mismo (2010-2020) con la nueva generación de investigadores sobre las nuevas formas de comunicación y de expresión cultural en la era global, con la irrupción de internet.
Todo lo cual se ha traducido en una amplia producción de libros, artículos sobre estudios de comunicación latinoamericanos (Fuentes, 1992, 2008a, 2008b; Marqués de Melo, 2007).
La investigación en Europa latina, barreras y confluencias en los I+D+I
En Europa (también en la Europa latina), a pesar de compartir Parlamento y moneda única (el euro), no se produce una construcción teórica tan homogénea. Salvo excepciones lo que se observa es la asimilación de la influencia dominante anglosajona y la reinterpretación de la misma desde estructuras propias y cerradas, generado una producción autosuficiente de conocimientos sobre los principales temas de la comunicación (política, cultura, educación, desarrollo, bienestar social, etc.), sin atender siquiera a la experiencia de los países vecinos con los que comparte tradiciones políticas e incluso formas de vida.
Los cuatro países de referencia aquí analizados, a pesar de su proximidad geográfica tienen una historia bien distinta en relación con el desarrollo de los estudios de comunicación. Portugal y España constituyen un caso aparte como consecuencia de las largas dictaduras que sufrieron en el siglo XX, dictaduras que los aislaron de la evolución europea y norteamericana de los estudios sociales y de la comunicación. A partir de su integración en la Unión Europea que se produce simultáneamente en el año 1986, y muy especialmente a partir de la Cumbre de Lisboa de 2000 que marca las pautas de su estrategia para entrar en la sociedad de la información, España y Portugal se homologan con las pautas de investigación en comunicación de otros países europeos como Italia o Francia.
Francia e Italia presentan otro tipo de diferencias entre sí. Francia fue sin duda un país de proyección mundial de su investigación en materia de ciencias sociales y de filosofía, ejerciendo una gran influencia en América latina, también en España y Portugal. Italia, por su parte, ha vivido etapas de una gran proyección internacional sobre todo como consecuencia de su particular articulación entre los estudios semióticos y los estudios de sociología de los medios, con intelectuales de referencia internacional como Umberto Eco.
La influencia francesa en la investigación internacional de la comunicación se produjo en distintos niveles. En primer lugar en el nivel del pensamiento y de la filosofía contemporáneas, pero también en el de las ciencias sociales con relaciones directas e indirectas con los fenómenos de la comunicación (Barthes, Levi-Strauss, Lacan, de Certeau, Foucault, Morin, Bourdieu, Touraine, entre otros); finalmente en el nivel de las aportaciones directas a los estudios de comunicación (Metz, Moles, Flichy, Mattelart, Miège, Beaud, Wolton, entre otros).
En los dos primeros niveles el pensamiento francés ha ejercido una influencia internacional sin duda superior a la de cualquier otro país del resto de la Europa latina. En relación con el tercer nivel la influencia francesa fue muy importante en los años 60 y 70 y, ciertamente, ha sido mucho menor en las últimas décadas, coincidiendo con la multiplicación de centros de referencia en Europa y, sobre todo, con una mayor incidencia de las fuentes teóricas controladas por las majors editoriales y académicas anglosajonas.
Aunque no dispongamos de estudios que establezcan el mapa de influencias entre los distintos países en materia de investigación de la comunicación, podemos adelantar la constatación de una mayor incomunicación entre los autores franceses de la generación de los 90 y los autores del resto de países latinos. Esta pérdida de influencia coincide, sin embargo, con una etapa de multiplicación de centros universitarios dedicados a la comunicación y con la existencia de una nueva generación de investigadores altamente cualificados (Maigret, Mattelart (Tristan), Frau-Meigs, Olivesi, Boure, Moeglin, Paillard, entre otros y otras).
El análisis del caso italiano también nos permite abundar en la interpretación del nuevo flujo de influencias. La investigación italiana siempre estuvo abierta a la pluralidad, no solo a las corrientes de la mass communicaction research (recuérdese el libro Apocalípticos e integrados de Umberto Eco en los años 60) y al estructuralismo francés de los años 60 y 70, sino también a las influencias de los estudios culturales y sobre la televisión británicos. Más aún, sociólogos y politicólogos italianos introdujeron en el ámbito latino las principales corrientes de la investigación alemana como el funcionalismo sistémico de Niklas Luhmann (Grosi, 2007).
Pero el análisis del caso italiano también pone al descubierto desequilibrios. La publicación en italiano de libro de autores españoles o de autores latinoamericanos es más bien escasa, mientras que, por el contrario, las obras de los principales autores de referencia italianos se han visto favorecidas por la traducción al español y su difusión en América latina: Abruzzese, Mancini, Bettetini, Colombo, Casetti, Buonanno, Grandi, Grossi, Mazzoleni, Richeri, Wolf, entre otros, son autores de referencia en los estudios de comunicación en España y en América latina.
Esta difusión de autores italianos no se ha visto correspondida en el sentido contrario, de España y América latina hacia Italia. Las citas bibliografías y los catálogos de las bibliotecas de los centros de comunicación italianos prestan una mínima atención a la producción teórica latina en general y latinoamericana en particular. La excepción la constituyen las traducciones al italiano de algunos libros de autores como Manuel Castells, Romà Gubern, Jenaro Talens, Enrique Bustamante, Armand Mattelart, Santos Zunzunegui y Néstor García Canclini, entre otros.
En los años más recientes, tanto en Italia como en Francia, se produce una reversión, se observa una reducción de la polifonía de influencias internacionales.
Por una parte el gran flujo (de arriba a abajo) que significan las corrientes divulgadas por las grandes majors de la investigación en comunicación (Sage, Routledge, Hampton Press, Blackwell, Oxford University Press, etc.), claramente dominadas por las instituciones científicas anglosajonas y que tienden a constituirse en la única y principal influencia exterior, ignorando cualquier otro tipo de influencia, incluida la de sus países vecinos con los que se comparten condiciones políticas y culturales. La influencia anglosajona (vertical) se completa, sólo excepcionalmente, con otras influencias europeas o latinoamericanas.
Una vez recibida esta influencia (anglosajona) la investigación tiende a cerrarse en sus propias fronteras reactivando la investigación nacional. Queda lejos la etapa en la que autores franceses como Barthes, Morin, Baudrillard, Bourdieu, etc., eran autores de cabecera de los investigadores italianos.
Si las fronteras son importantes entre los propios países europeos latinos, las fronteras con otras subáreas europeas son aún mayores. Especialmente importante es el caso de las relaciones con la investigación alemana, debido sin duda a las innegables barreras idiomáticas. Es cierto que los autores alemanes han tenido una influencia superlativa en los estudios sociológicos y de la opinión pública (baste con citar dos grande nombres: Habermas y Luhmann), pero el flujo de influencias en la investigación de las últimas dos décadas se ha ido limitando (Averbeck, 2008).
La experiencia alemana pone al descubierto las dificultades del flujo de información académica internacional y la existencia de fronteras académicas, también en Europa. Autores alemanes lamentan este aislamiento y reconocen que su investigación está más orientada hacia la investigación norteamericana (Schulz, 2006: 95), reconociendo su desvinculación de la investigación de otros países europeos.
En este contexto tiene una especial significación las aportaciones de la investigación nórdica (Pietilä, 2005), de los países escandinavos, que ha sido capaz de crear sus propios circuitos de cooperación científica, especialmente a través de la revista Nordicom y, al mismo tiempo, establecer puentes de divulgación entre las tradiciones germánicas y las anglosajonas, con numerosas iniciativas de difusión del mapa de la investigación internacional3.
Aún más excepcional es el flujo de influencias e intercambios con la actividad investigadora de los países asiáticos o africanos, como se ha documentado parcialmente en el libro Internationalizing media studies (Thussu, 2009).
Una vez recibida la influencia dominante se interioriza, iniciándose entonces la circulación horizontal, endógena, para dar respuesta, desde aquellos postulados, a las necesidades del sistema político, comunicativo y académico nacional. La tendencia a una influencia exterior única, dictada por las majors editoriales, parece imponerse en detrimento de un progreso teórico más compartido entre países de tradiciones culturales más diversas. Esto debería verificarse en el análisis de las masivas participaciones de investigadores en los congresos de las grandes asociaciones internacionales (IAMCR, ICA). Como alternativa, los nuevos espacios académicos internacionales (que no mundiales) de nuevas organizaciones como ECREA (Asociación europea de investigadores de comunicación) o, más recientemente, la CONFIBERCOM (Asociación iberoamericana de asociaciones de comunicación).
Unificación del campo de estudios a través de las políticas de I+D+I
El análisis comparativo entre España, Italia, Portugal y Francia también nos permite descubrir la influencia que tienen las nuevas políticas (nacionales y europeas) de investigación (I+D+I) sobre la investigación de la comunicación. Estas políticas, desde los años 90, establecen redes, marcan prioridades, abren y cierran cauces a las influencias académicas.
En la primera década del siglo XXI la investigación en comunicación empieza a sentir, de manera significativa, los efectos de la implantación de estos nuevos planes con tres principales efectos: Una mayor disponibilidad de recursos para proyectos de investigación en comunicación, la aparición de nuevas formas de organización de la comunicación en equipo, consolidando grupos y creando proyectos coordinados interuniversitarios, y finalmente también la restricción temática de la investigación a las prioridades marcadas por estos planes.
Las consecuencias de estos procesos son difíciles de prever, aunque el análisis de los proyectos financiados ya evidencia la tendencia hacia una alternativa a la vieja dialéctica entre investigación crítica e investigación administrativa, una tendencia hacia un nuevo tipo de investigación estratégica destinada a fomentar la competitividad del sistema productivo y dar soporte a las políticas –“nacionales” y “europeas”– de bienestar social.
La necesidad de ajustarse a los criterios y prioridades de cada política científica no sólo está generando una nueva jerga, más bien destinada a convencer a los evaluadores, sino que tiende a reducir el campo de observación y, contrariamente a las pretensiones de estos programas, reduce la innovación. Sorprendentemente también se observa una tendencia a la endogamia temática, centrada en lo “nacional” en detrimento de perspectivas más internacionales.
Por lo que respecta a los temas –y en esto coinciden las prioridades descubiertas en Francia, España, Italia y Portugal– destacan las referencias a grupos sociales concretos: juventud, género y, especialmente, inmigración. También las referencias a cuestiones estratégicas relacionadas de alguna manera con el riesgo: salud, clima y medio ambiente, crisis. En relación con las tecnologías destaca sobre manera la atención a las diversas aplicaciones (mediáticas y no-mediáticas) de las TIC y, en el sector de los medios, la atención preferente por la comunicación audiovisual. Una gran parte de la atención temática se dirige ahora al análisis de las consecuencias de la implantación de las nuevas tecnologías digitales, produciéndose una especie de reset, reinicio de los anteriores análisis sobre la comunicación y los medios, para interpretar la implantación de las nuevas redes y la digitalización, revisando los antiguos planteamientos sobre el sistema televisivo para aplicarlos a la comunicación en red (Colombo, 2007).
Entre las ausencias destaca el limitado número de proyectos dedicados a la historia, a las teorías y metodologías, como si el reclamo a la innovación de estas convocatorias solo se refiriese a los temas que conforman esta agenda estratégica, a los nuevos medios y tecnologías, pero no a los nuevos paradigmas y a las nuevas formas de entender estos mismos temas. Es una forma de aceptar la dependencia teórica, la auto-identificación de los estudios de comunicación con la categoría de estudios de “medio rango” (Rodrigo, y García Jiménez, 2010).
Otro de los aspectos clave de este proceso es lo que podríamos calificar como doble gestión de la investigación, entre centros universitarios especializados en comunicación y otros centros universitarios de ciencias sociales interesados, también, en la comunicación.
En otro lugar, refiriéndome al caso español (Moragas, 2005), ya describí la presencia no mayoritaria de las facultades y departamentos de comunicación en las investigaciones financiadas por los programas de I+D+I. Este desequilibrio solo se ha corregido en parte en los últimos 5 años (2007-2011) en la medida que se incrementaban el número de facultades y departamentos especializados en comunicación.
Una primera revisión de la temática de estos proyectos en España nos permite establecer, de manera indicativa, hasta diez categorías en las que puede clasificarse la investigación financiada en España:
Comunicación, espacio público, democracia y gobernanza.
- Discurso mediático, construcción de imágenes y relaciones sociales.
- Comunicación e interculturalidad.
- Comunicación y política (electoral).
- Industrias de la comunicación.
- Organización, estrategias y usos de la información.
- Tecnologías de la información (TIC) y bienestar social.
- Geografía cultural y ciudad.
- Educación, docencia y comunicación.
- Documentación, lógica y sociedad del conocimiento.
Los flujos de influencia en la investigación y el papel de las “majors” editoriales
La investigación internacional sobre comunicación está hoy sometida a un alto grado de concentración por lo que se refiere a las plataformas de difusión (y de evaluación de la investigación), tendencia que se ha ido generalizando en todos los países y sistemas universitarios. La homogeneización viene ahora impulsada por la industria editorial en su articulación con las estructuras del mundo académico más desarrollado.
Una de las principales fuentes de información sobre el impacto de las revistas de comunicación, el Social Sciences Citation Index, pone al descubierto esta concentración. Todas las primeras 55 revistas de impacto indexadas por este organismo son en inglés, la mayoría de ellas editadas en Inglaterra y Estados Unidos, con claro dominio de las grades editoriales como Sage, Routledge, Blackwell y Hampton Press. Sólo Sage tiene hasta 15 revistas entre estas 55 seleccionadas4.
Por contraste, y sorprendentemente, en los ámbitos de menor difusión, prolifera la multiplicación de títulos de revistas, poniendo también al descubierto las dificultades de orden académico para establecer políticas de sinergia y cooperación entre instituciones académicas, todos ofuscados en las estrategias de competitividad en la proximidad y al mismo tiempo abocados a la pérdida de impacto en la proyección internacional.
La vieja constatación de Jeremy Tunstall (1977) de que el dominio norteamericano en la investigación de la comunicación era el corolario de su dominio en el sector de la economía y de la industria cultural, sigue siendo vigente en la era global, pero debe ser matizada.
El análisis del paralelismo entre las lógicas de la industria cultural y las lógicas de la producción y difusión de la investigación en comunicación también debe referirse a la dialéctica global-local que la caracteriza. Utilizando conceptos de Manuel Castells (2009) sobre el papel de los nodos en la organización de las redes, podríamos decir que aunque existe una influencia extensiva que se difunde por todos los nodos de la red, también son posibles múltiples flujos, nodos que concentran investigaciones sectoriales, potenciadas por los análisis comparados, reconstruyendo una red de investigación que puede dejar de ser radial para ser multimodal.
Las lenguas crean sus propios nodos, pero también sus redes de nodos. Es el caso de las relaciones Portugal-Brasil, Francia-Quebec o España-México, donde se cruzan identidades lingüísticas con diferencias sociales, influencias mediterráneas con las influencias atlánticas o caribeñas, etc. También se crean nodos por afinidades políticas, es el caso de las coincidencias científicas entre naciones sin Estado como Cataluña, Escocia o Quebec. Finalmente, también se crean importantes nodos temáticos, por ejemplo los estudios feministas de la comunicación, que reúnen investigaciones de los más distintos contextos geográficos, influyendo así en el conjunto de la red investigadora de la comunicación.
La implantación de internet, a finales de los años 90, ha cambiado el mapa y el tiempo de las influencias. Deben recordarse las grandes dificultades de distribución que sufrían los libros y revistas especializadas en su circulación entre América latina y Europa, y aún más, si cabe, dentro de la propia América latina en los años 70 y 80. Los cambios de la comunicación en línea han rescatado bolsas de marginación documental y han reequilibrado los flujos entre América y Europa. También se ha facilitado la creación de espacios académicos internacionales, como en el caso del espacio lusófono de investigación de la comunicación, que cuenta con numerosas plataformas de intercambio en línea como la portuguesa Biblioteca Digital de Ciencias de la Comunicación (BOCC)5, la brasileña PORTCOM6 o el Portal de la Comunicación desde Barcelona7.
Portales, editoriales y congresos han hecho “familiares” a los autores de estos países en las escuelas de comunicación respectivas, representando, ciertamente, una alternativa a las influencias anglosajonas dominantes.
Sobre la escasa proyección internacional
Rodrigo y García Jiménez, en su estudio sobre la situación de la investigación de la comunicación en España (2010), destacan la unanimidad de los investigadores en reconocer que la investigación de la comunicación tiene una “escasa proyección internacional”. Esta constatación debe interpretarse y matizarse.
Es muy cierta la dificultad de difusión académica en el ámbito internacional anglosajón, en parte por la concentración editorial de lo que he denominado majors académicas de la comunicación y también por la manifiesta falta de interés de los centros académicos hegemónicos en considerar aquello que sucede más allá de sus estrictos marcos de referencia.
Claro que también existe una dependencia acomplejada de la influencia anglosajona, que se manifiesta en numerosos “tics” lexicográficos consistentes en utilizar expresiones inglesas para definir o referirse a nuevos fenómenos de comunicación, perfectamente expresables en las lenguas latinas: newsmaking, infotainment, street marketing, advertainment, peer-to-peer, net neutrality, etc.
Rodrigo y García Jiménez (2010), en el citado estudio, también destacan la unanimidad de los investigadores en reconocer que una de las causas de la anemia investigadora en nuestro campo es la precaria formación metodológica que aportan las licenciaturas en comunicación. Éste es un tema clave.
La proyección internacional de la producción científica es posible, y entonces tiene sentido su reivindicación, si es original y aporta nuevos conocimientos de interés general. No tiene sentido en cambio, ni queda justificada su reivindicación, si se refiere a la descripción o interpretación de fenómenos internos sin relación alguna con otros contextos (comparación) o sin aportar interpretaciones generalizables (combinación), las dos alternativas propuestas por
Berelson.
Pero ya no puede afirmarse que la investigación en comunicación que se hace en España, en Italia o Portugal, en México, en Brasil o en Perú no tenga proyección internacional, porque así debe considerase la amplia circulación de influencias que se produce entre sus universidades y publicaciones, aunque este flujo no sea precisamente equilibrado. Martínez Nicolás y Enric Saperas en su análisis de cuatro de las principales revistas de comunicación en España reconocen “la escasa presencia de trabajos procedentes de América latina, cuando la comunidad de idioma debiera de entrada facilitar una penetración mayor en las revistas españolas de investigaciones sobre comunicación con origen en Latinoamérica” (Martínez Nicolás y Saperas, 2010).
Los conceptos de “producción propia” y “producción ajena” aplicados a los estudios sobre la industria audiovisual y que han permitido analizar los flujos, la dependencia y el desarrollo en sus relaciones con las políticas culturales, también parecen aplicables a la investigación en comunicación. Algunas culturas se consideran plenamente autosuficientes, y se consideran en condiciones de prescindir de lo que sucede fuera de sus redes académicas y editoriales. Otras culturas entienden que solo pueden desarrollarse desde su apertura a las influencias, entonces su principal activo consiste en su capacidad de recibir múltiples influencias, por descontado las influencias de lo que hemos denominado majors, pero también las influencias de otros nodos internacionales, en nuestro caso de los países latinos.
La investigación de la comunicación no sólo investiga la diversidad, sino que ella misma es sujeto de esta diversidad.
Notas
¹Los temas tratados en este artículo se desarrollan más ampliamente en el libro del autor Interpretar la comunicación. Estudios sobre medios en América y Europa, Gedisa, 2011. El autor de este artículo es director del Grupo Internacional de Estudios sobre Comunicación y Cultura (InCom-UAB) reconocido como Grupo Consolidado de Investigación por la Generalitat de Catalunya (referencia 2009/SGR-00615)
2 RODRÍGUEZ, Pablo (2004): “Armand Mattelart”, en Portal de la Comunicación, Incom-UAB, http://cmapspublic2.ihmc.us/rid=1131318736140_902987439_1163/mattelart%20entrevista.pdf (consulta: octubre 2011).
3 Communication Research Center (2007), Research Reports Mapping communication and media research. Universidad de Helsinki, (Análisis de los casos de Finlandia, Estados Unidos, Alemania, Francia, Japón, Estonia y Australia).
4 http://science.thomsonreuters.com/cgi-bin/jrnlst/jlsubcatg.cgi?PC=J
5 En línea: http://www.bocc.ubi.pt/. Consulta: 20 de agosto 2010.
6 En línea: http://www.portcom.intercom.org.br/index.php
7 En línea: http://www.portalcomunicacion.com/
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