Prima dei mass media / Stefano Cristante
Prima dei mass media. La costruzione sociale della comunicazione, Stefano Cristante, Milán, Egea, 2011, 270 pp.
Stefano Cristante, profesor de Sociología de la comunicación en la Università del Salento, donde, también, dirige l’Osservatorio di Comunicazione Politica, en Prima dei mass media. La costruzione sociale della comunicazione, traza una arqueología de la comunicación de masas, desde la Antigüedad hasta el telégrafo, definido este último en las páginas finales, como la máquina que comunica velozmente.
Anteriormente, había publicado Potere e comunicazione (1999-2004), Azzardo e conflitto (2001), Media Philosophy (2005), Comunicazione (è) politica (2009). En este libro, siguiendo el camino de otros/as investigadores/as de la comunicación y de la cultura, entre los/las que se destacan Armand y Michèle Mattelart, Jürgen Habermas, Régis Debray, Raymond Williams, Marshall McLuhan, Roger Chartier o Siegfried Zielinski, entre otros/as, el teórico italiano amplía el marco temporal (tan necesario y, paralelamente, escaso en los estudios de la comunicación) para dar cuenta (hipótesis central de la investigación) que desde que hay comunicación hay alguna determinada forma de sociedad.
Heredera de la Escuela de los Anales, a la que Cristante menciona explícitamente en diversas oportunidades, pero, también, de los estudios culturales, de la historia de las mentalidades y de las sensibilidades, de la historia cultural y del pensamiento, la sociología de la comunicación construye las historias –en plural–, no como una disciplina autónoma, sino delineando sus vinculaciones con la economía, la política, la sociedad, la cultura y el arte. Esto es, diversifica la historia de la comunicación y multiplica sus efectos.
De Jürgen Habermas, también mencionado en el texto, Cristante incorpora los antecedentes críticos sobre el surgimiento de la esfera pública y sus connotaciones sociopolíticas. Con Zielinski, finalmente, se puede vincular la idea de una arqueología, que concibe a la comunicación, no solamente desde el surgimiento y desarrollo de los medios de comunicación de masas, sino ampliando la mirada hacia las diversas máquinas de comunicación que, tanto desde la oralidad como desde la escritura, permiten indagar sobre “el tiempo profundo” de la comunicación (Zielinski, 2006).
Ésta, en el libro de Cristante, no está concebida desde una perspectiva cerrada y estrecha, sino que se involucra en los momentos fundamentales de la construcción social del mundo. Ello implica analizar el desarrollo de los medios, como máquinas –por no hablar solo de técnicas– que comunican significados. En ese contexto, desde las primeras obras del ingenio humano –o la oralidad y la invención del arte en las primeras organizaciones sociales–, pasando por la escritura, los conflictos religioso-políticos en torno a la imagen, hasta llegar a la revolución del telégrafo, en sus páginas va creándose –genealógicamente– una arqueología de los medios de comunicación de masas, que permiten dimensionar sus múltiples superficies y efectos. También, aunque no lo menciona explícitamente, Cristante sigue la perspectiva arqueológica, presente en la actualidad en Italia (en el caso de Agamben), heredera, entre otras, de las primeras indagaciones de Michel Foucault, que dignifica a los archivos y sus indicios (según Ginzburg), y no tiene en cuenta, solamente, los acontecimientos tradicionalmente analizados por la historia. Es decir, no concibe los macro-eventos sino, también, los micro- acontecimientos, las huellas, las anécdotas, muchas veces consideradas insignificantes, porque en ellas, a su vez, radican hechos con consecuencias impredecibles. Por ejemplo, las anécdotas sobre las peripecias económicas y políticas de André le Breton (1708-1779), en la edición francesa de La enciclopedia, considerado como el primer experimento de inteligencia colectiva de la modernidad y uno de los antecedentes del ciberespacio (Lévy, 2003).
Así como el periodo temporal es amplio, la perspectiva cultural no se reduce a Occidente, sino que, acorde con los actuales estudios de la comunicación intercultural, se introduce en las más diversas culturas siguiendo, eso sí, desde un punto de vista religioso, un análisis más centrado en las religiones monoteístas o religiones de la escritura más que en la diversificación que aportan las politeístas. Desde los antecedentes cristianos hasta el Islam y, circularmente, el retorno a los conflictos en el interior del cristianismo que derivan en la separación, desde la Reforma y Contrarreforma, entre el catolicismo y el protestantismo.
Paralelamente se enriquece la interpretación semiótica, incorporando la dualidad, entre el Medioevo y el Gótico, el castillo y la catedral. La ceremonia comunicativa feudal se sostiene alrededor del Castillo y de la Catedral y, culturalmente, se construyen sus imaginarios en las narraciones del romanticismo en las que ocupa un lugar relevante (p. 50).
Es decir, la civilización –en el caso del Medioevo– de la palabra y la escritura (la religión es ambas); del texto y su reproducción (la Universidad); de la imagen y sus imaginarios (debate iconológico) y de la construcción y sus rituales (los mencionados castillo y catedral). Es la época bifronte, que se mantiene radicalizada en la actualidad, entre la etapa formativa y la militar, en el intersticio de la palabra y de la imagen, de la creencia y de la razón.
En ese intersticio (palabra e imagen) se ubica el periodismo, una de las creaciones que tuvo mayores consecuencias en la modernidad, no sólo culturales, sino también, políticas, económicas y sociales. En el libro de Stefano Cristante, pueden rastrearse sus relaciones con la carta, misterioso producto que circula en China ya en el siglo III (pág. 46) y su posterior traslado por el mundo, transformándose en el siglo XVII, a partir de España, en la industria europea de la carta, según la conocida definición de Fernand Braudel.
Algo similar ocurre –con otros antecedentes del periodismo– como el papiro (Imperio Romano), el pergamino (Imperio Romano de Occidente) y la carta nuevamente (en el islam), hasta llegar a la era de la noticia (siglo XVI). En esta época, se pasa de la correspondencia epistolar privada, difundida al inicio del Medioevo, a la construcción de una verdadera y propia red de información de donde, inicialmente, la carta mercantil representa el material más general (pág. 103). De la Gazzeta (hoja de valor de una moneda) hasta el periódico de masas, se incorporan una diversidad de preludios, como por ejemplo, la imprenta y su importancia para la creación de la esfera pública. Es en Holanda, a su vez, donde se potencian los intentos de construcción de una opinión colectiva (p. 107) y en Francia, donde el debate por la libertad de imprenta o, al menos, una cierta libertad de prensa, pasa por el contrato equilibrado entre el parlamento y la corona (p. 111).
La revolución francesa, concretamente, marca un punto de inflexión en la libertad de comunicación y de opinión, al presentarse como fundamento de la comunicación universal.
La impresión en Francia, hacia el siglo XV, es decisiva en la historia iniciada por la máquina de Gutenberg, ambas conducentes a la comunicación de masas. En el caso de Gutenberg, Stefano Cristante, siguiendo la línea teórica trazada por Mc Luhan, de quien se considera un continuador, considera que es un acontecimiento fundamental para la historia de la sociología de la comunicación.
Esa afirmación se sostenía, entre otros hechos, en una Europa que, hacia 1500, tenía 1.500 tipografías en 250 ciudades, entre otras, 80 en Italia, 52 en Alemania y 43 en Francia. Sobre una población cercana a los 100 millones de habitantes se encontraban 13 millones de lectores (p. 82).
La imprenta, además, anticipa el ciclo productivo industrial, de acuerdo a McLuhan. El umanesimo –movimiento vinculado al renacimiento italiano, principalmente literario y cultural que afirma la dignidad del ser humano–, favorecido por el incremento de la producción de la cultura industrial, no puede prescindir del progresivo incremento de la personalidad creativa. Este aumento de creadores continuará hasta que se puede hablar, en el período de la Contrarreforma, de un complejo período artístico. En esta época, la confrontación con la imagen será uno de los aspectos decisivos, desde el uso instrumental de la imagen por parte de Lutero hasta la iconofobia de Calvino.
Previo a esto, hay que recordar en el cristianismo la disputa que se da desde el Concilio de Nicea, en el año 787, entre los enemigos de las imágenes (iconómacos e iconoclastas) y los partidarios (iconófilos e iconódulos). Los primeros, más numerosos en el clero secular, la corte y el ejército, mientras que, los segundos, lo eran en el clero regular, monjes y obispos. La guerra civil duró hasta el año 843 e implicó el triunfo de la ortodoxia. Esa guerra del icono ya se había iniciado con anterioridad en el año 726 (p. 47).
Régis Debray (1994: 65), subraya que “el occidente monoteísta recibió de Bizancio, a través del dogma de la Encarnación, el permiso de la imagen. Instruida por el dogma de la doble naturaleza de Jesucristo y por su propia experiencia misionera, la Iglesia cristiana estaba en buenas condiciones para comprender la ambigüedad de la imagen, a la vez suplemento de poder y desviación del espíritu. De ahí su ambivalencia respecto del icono, de la pintura, como hoy de lo audiovisual. ¿No es una muestra de sabiduría esa oscilación? Delante de una imagen, el agnóstico nunca será bastante cristiano”.
Es así que Occidente, uno de los territorios donde se ha producido un largo y extenso debate iconoclasta e iconofóbico, hoy vive atrapado entre imágenes, miradas y fantasmas del cine, la televisión, la informática, la publicidad, los carteles y galerías de consumo en las ciudades, los GPS, y una variedad de imágenes que contaminan visualmente los ambientes culturales. No obstante, las posiciones ambivalentes con referencia a la imagen cruzan por toda la historia de la comunicación visual: desde la certeza de que la observación es la base de la nueva conciencia del mundo a su desconfianza por tanta transparencia.
En términos de Jay (2007: 33): “la fe en la nobleza de la vista legada por los griegos a la cultura occidental tiene muchas implicaciones, a menudo contradictorias. Puede significar el distanciamiento espectatorial de sujeto y objeto, o el reflejo autorreflexivo de lo mismo en una unidad superior sin residuos materiales”.
En el caso del Imperio Romano, una de las consecuencias de este fenómeno, es la utilización de la escritura (a imitación formal del derecho romano) para estabilizar la norma que, hasta entonces, se transmitía oralmente (p. 41).
Es la Iglesia, a su vez, que renueva la potencia comunicativa a través de la propaganda en las cruzadas. Con puntos destacados como la Magna Charta Libertatum en la época de Federico II, un título altisonante que se justificaba por su contenido, en el que el poder de la corona se iba reconduciendo mediante el acuerdo dei feudatari. Esta carta magna es uno de los antecedentes directos de las actuales constituciones de los Estados-nación.
La propaganda se irá consolidando y tendrá en el escenario urbano un espacio de acogimiento para esa innovación de la comunicación (p. 66).
Un fenómeno fundamental para la arqueología de la comunicación, siguiendo la tesis de Cristante (pero, también, con anterioridad, y para el caso de América Latina, la de Ángel Rama en La ciudad letrada), es la creación de la Universidad. El conflicto académico y comunicativo se radicaliza, en esa institución, entre las distintas órdenes religiosas y entre éstas y el Estado. Así, Francisco de Asís, en la senda que seguirán los franciscanos, se destacará por su capacidad de comunicación para construir esa comunidad, la que despegará en las universidades.
La Ilustración, primera época que es consciente de sí misma y se nombra a sí misma (según plantea Michel Foucault releyendo a Kant), asumirá en la enciclopedia, el primer ensayo de conocimiento colaborativo o, en los términos más actuales de P. Lévy (2003), los que utiliza Stefano Cristante, de inteligencia colectiva. Siguiendo la etimología de kyklos paideia (instrucción en ciclos), enciclopedia es el saber de todos los saberes. La de Chambers es de 1728; d’ Alembert es el supervisor científico y Diderot su traductor, el editor francés fue André le Breton. Antes de la enciclopedia, Diderot, quien tenía una enorme capacidad de trabajo y lo contagiaba, había traducido el Dizionario di medicina de Robert James. Es la época de la república de las letras que había comenzado a manifestarse en el tiempo de Erasmo y de Tomás Moro.
El libro de Stefano Cristante es un texto impactante, en muchos momentos desconcertante, donde el volumen de información no se corresponde con las casi 300 páginas, pero, paralelamente, un escrito fundamental para intentar acercarse a la complejidad de la historia de la sociología de la comunicación y a la arqueología de la comunicación de masas. Cristante va tejiendo e hilvanando la trama discursiva, conjugando acontecimientos que ya han sido publicados en una diversidad de libros e indagados en los estudios de la comunicación, con otros menos conocidos y, en algunos casos, hasta desconocidos. Por ello realza los archivos, los des-clasifica, busca en sus indicios e indaga entre sus huellas.
La comunicación no se reduce a la historia conocida de los medios de comunicación de masas sino que se amplía, diversifica, conecta hechos y situaciones y, con todos esos materiales, construye una original y, en ese contexto, fundamental historia, sobre los antecedentes primeros de los mass media y de la construcción social de la comunicación.
Víctor Silva Echeto
Universidad de Playa Ancha, Chile
Referencias bibliográficas
- DEBRAY, Régis (1994). Vida y muerte de la imagen. Historia de la mirada en Occidente. Barcelona: Paidós.
- HABERMAS, Jürgen (1981). Historia y crítica de la opinión pública. La transformación estructural de la vida pública. México (DF)-Barcelona: Gustavo Gili.
- JAY, Martin (2007). Ojos abatidos. La denigración de la visión en el pensamiento francés del siglo XX. Madrid: Akal.
- LÉVY, Pierre (2003). A inteligência colectiva. Por uma antropologia do ciberespaço. Rio de Janeiro: Loyola.
- ZIELINSKI, Siegfried (2006). Arqueologia da Mídia. Em busca do tempo remoto das técnicas do ver e do ouvir. São Paulo: Annablume.