El cronista de cine / Guillermo Cabrera Infante
El cronista de cine. Escritos cinematográficos I (ed. de Antoni Munné), Guillermo Cabrera Infante, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2012, 1534 pp.
No es habitual que los grandes escritores dediquen parte de su tiempo, más allá de puntuales incursiones, a la crítica cinematográfica, durante mucho tiempo considerada una práctica menor cuando no un pecado inconfesable. Sin duda la mayor excepción a esta regla la proporcionó en su momento un James Agee (1909-1955) que entre 1942 y 1948 aseguró de forma sistemática la atención al séptim-o arte desde las páginas de The Nation o Time. Si este hecho es relevante se debe, en buena medida en que por aquellos días Agee era ya un escritor reputado que tenía en su bagaje la publicación tanto de libros de poemas (su juvenil Permit Me Voyage apareció en 1934) como esa pieza maestra de la literatura nortemericana del siglo XX que es Alabemos ahora a hombres famosos1 escrita, con la colaboración fotográfica de Walker Evans, a partir de su inmersión en la vida de los granjeros pobres de la Alabama sumergida en la depresión y publicada en forma de libro en 1941. De la misma manera también debe considerarse significativa la aparición en 1958 de la recopilación póstuma de sus artículos cinematográficos, con el título de Agee on Film. Reviews and Comments, realizada por Obolensky McDowell, que venía a consagrar la escritura cinematográfica de un autor que había ganado de forma póstuma el premio Pulitzer con su última novela A Death in Family.
Apenas cuatro años después de la aparición en escena del volumen recopilatorio del trabajo de Agee veía la luz la edición cubana de una significativa selección, realizada por su propio autor, de los artículos firmados por G. Caín, seudónimo bajo cuya cobertura Guillermo Cabrera Infante había venido ejerciendo la crítica cinematográfica en las páginas del semanario Carteles entre 1953 y 1960 y el periódico Revolución en los 1959 y 1960. El título Un oficio del siglo XX y entre las citas elegidas para abrirlo encontraremos una muy significativa de James Agee. En 1973 este volumen fue reeditado por Seix-Barral en España, como lógica continuación de la aparición en la misma editorial en 1967, tras los habituales rifirrafes con la censura franquista, de la primera novela de Cabrera Infante, Tres tristes tigres, que había sido galardonada con el prestigioso premio Biblioteca Breve del año 1964. Conviene señalar que Un oficio del siglo XX no es una mera recopilación de trabajos anteriores sino que “el libro de Caín” se presenta ante el lector debidamente enmarcado por una serie de jugosos textos escritos ad hoc y firmados, estos sí, por Cabrera Infante. Precediendo a la recopilación propiamente dicha se nos brinda un “retrato del crítico cuando Caín”, en la mitad justa del libro se nos invita se nos invita a leer un desopilante “manuscrito encontrado en una botella…de leche” (que en la edición de Seix-Barral iba en páginas amarillas) y cerrándola un “réquiem por un alter ego” que supone el adiós al personaje por parte de su creador.
A la hora de poner a disposición del público las obras completas del escritor cubano se ha decidido por sus editores actuales abrirlas con dos tomos dedicados a los textos que Cabrera Infante dedicó al cinematógrafo a lo largo de su vida. El primero de ellos gira en torno a Un oficio del siglo XX, al que se le han añadido, para componer el libro, la práctica totalidad de los artículos de cuyo corpus global fueron entresacadas las piezas que formaron el volumen citado. De tal manera que el lector se encuentra entre sus manos con el conjunto de los escritos que el escritor cubano dedicó al cine en sus años de formación como escritor, todos ellos reunidos en un tomo que supera las mil quinientas páginas2. Porque uno de los intereses del volumen (y algo similar sucederá con el segundo aún por aparecer) es ver reunidos, como señala en su ilustrativo prólogo Antoni Munné, ver reunidos en un solo gesto las dos pasiones mayores de Cabrera Infante: la escritura literaria y el cine en la que será la postrera publicación cubana del escritor antes de tomar el camino de un destierro encubierto que iba a transformarse rápidamente en un exilio que le apartará física e ideológicamente de la Cuba castrista para siempre.
En las páginas iniciales de otro de sus libros dedicados al cine, Cabrera Infante recordaba que él había nacido con una pantalla de plata en los ojos: “la pantalla era la del cine y lo que primero vi fue como humo en los ojos, ya que era una imagen gris y nublada como el humo pero pasaba no en la platea sino en la pantalla. Como sabemos, la visión del cine está en los ojos del que mira. Las películas no son más que un trompe l’oeil con éxito y desde la llegada del sonido un trompe l’oreille aún con más éxito”3.
Cinefilia, por tanto a la que viene a añadirse, en un coctel deslumbrante, una pasión por la escritura que convierte cada pieza crítica no sólo en una reflexión sobre los poderes del arte cinematográfico sino en un espacio privilegiado en el que un escritor de cuerpo entero pone a prueba el que será el instrumental que su talento literario desplegará en los años por venir. Hay que recordar que por aquel entonces, Cabrera Infante velaba sus armas como escritor y que su primer libro de ficción en el que reunía textos redactado-s a lo largo de casi diez años, Así en la paz como en la guerra, había aparecido originalmente en 19604.
La dispositio del volumen permite contextualizar de manera adecuada el trabajo crítico exhibido en Un oficio del siglo XX. Como es lógico el autor seleccionó para este libro las reseñas que consideró más sugestivas, junto a aquellas que manifestaban, de forma más o menos explícita, sus gustos cinematográficos (de Fellini a Welles, de Bresson a Renoir, de Chaplin a Tati, de Hitchcock a Huston, de Kurosawa a Truffaut) además de dar preferencia a los textos de más longitud en los que el análisis se despliega con mayor amplitud y en los que la exhibición del gusto se codea con la precisión del análisis. Lo que no quiere decir que se le hicieran ascos a incluir pequeños textos tan acerados como un puñal, tan efectivos como una gota del mejor veneno. Véase, como ejemplo, la sumaria ejecución a la que es sometida la cinta de Budd Boetticher que en España se tituló Santos el Magnífico y que es reducida a cenizas en tres escuetas líneas en una reseña que, con el gusto que nuestro autor siempre demostró por la retórica, colocó bajo el epígrafe “Morfeo en el toreo”. Pero lo esencial tanto aquí como en el resto de las críticas no incluidas en Un oficio del siglo XX no reside ni en la longitud de los trabajos ni en la categoría de los films escrutados. Está, básicamente en otro sitio: en el campo de un estilo literario singular hecho a partes iguales de intensidad lingüística y precisión conceptual que convierte cada texto individual en un ejercicio literario memorable. Ironía, sarcasmo, gusto infinito por los juegos de palabras, adjetivación sorprendente, agudeza en el manejo del bisturí a la hora de colocar un titular que es ya, de por sí, una crítica completa como cuando decide denominar “Opera somnia” su reseña de la Aida de Clemente Fracassi (del que no se privará de apostillar “¡qué apellido!”). Es difícil encontrar en la literatura cinematográfica en lengua castellana un despliegue equivalente de pirotecnia literaria aliada a un gusto cinematográfico que incluso en las elecciones más discutibles acaba redimiéndose gracias a una verbosidad infatigable y siempre sorprendente.
En el fondo el trabajo de escritura cinematográfica de Cabrera Infante supone uno de los puntos más altos de sinergia entre dos artes que tantas veces se han mostrado refractarias entre sí. Aquí, por el contrario, la literatura y el cine han encontrado un territorio que compartir: el acuerdo proviene del hecho de que ambos espacios son transitados con idéntica pasión. El amor por el cine y el amor por la literatura son hechos confluir en ese lugar que siempre se ha calificado de subalterno: el de la crítica. Lo que viene a demostrar que no hay territorios secundarios. La verdad es que en aquellos días y al menos en lo que atañe a la crítica de cine La Habana era una fiesta.
Santos Zunzunegui
1 James Agee /Walker Evans: Alabemos ahora a hombres famosos, Barcelona, Seix-Barral, 1993.
2 Según indica el editor quedan para el segundo volumen de las Obras Completas las reseñas cinematográficas que Cabrera escribió para la revista Revolución no incluidas en Un oficio del siglo XX.
3 Guillermo Cabrera Infante: Cine o sardina, Barcelona, Círculo de Lectores, 1997, pág. 11.
4 Hay edición española en Seix-Barral de 1971.