Cultura audiovisual. Escritos 1981-2011 / Román Gubern
Cultura audiovisual. Escritos 1981-2011, Román Gubern, prólogo de Jenaro Talens, Madrid, Cátedra, Colección Signo e Imagen, 436 pp.
En febrero de 2003, la ceremonia de los premios Goya, los galardones que ofrece la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográfica de España a las películas estrenadas el año anterior, resumió el clima de tensión que se vivía en el país por la participación del gobierno de José María Aznar en la invasión de Iraq. En aquel momento, EE.UU. e Inglaterra ultimaban los preparativos de la operación militar y la oposición de la opinión pública española era total, amplificada por la reacción del gobierno, consistente en ningunear cualquier voz disidente al respecto. Por ello, cuando diversos actores y cineastas expresaron el “no a la guerra” en la gala de entrega de los Goya, el sector cinematográfico pasó a ser considerado por el Partido Popular como un elemento subversivo. El siguiente paso fue implantar en la opinión pública la siguiente idea perversa: los profesionales del cine no serían más que unos inútiles dedicados a malgastar las ayudas públicas en realizar pésimas películas que no le interesan a nadie. Esta idea ha permanecido en el ideario del partido conservador desde entonces, hasta el punto de que, diez años después, el ministro de Economía Cristóbal Montoro, atribuyó la crisis de la industria del cine español a “la calidad de las películas”.
Cinco años después de aquella ceremonia, en 2008, el diario El País le encargó a Román Gubern un artículo ante la pervivencia en la opinión pública de esta reputación del supuesto escaso nivel de las producciones españolas. Gubern venía a desmontar en aquel artículo los falsos mitos construidos desde estamentos reaccionarios y situaba el cine español en la estela de unos modos de producción europeos, demostrando que no era cierto que fuese un cine poco relevante y que, en última instancia, había que considerar la maquinaria de la industria de Hollywood, que protege sus películas con un celo que para sí quisiera cualquier industria europea. Según apuntaba Gubern, “[l]a hegemonía de lasmajors norteamericanas sobre el mercado español (que ocupan en torno al 70 por 100 de su cuota) se ejerce de modo coercitivo mediante la imposición de la contratación por lotes(block booking), ejerciendo el proteccionismo en su país y el mercado abierto en el exterior e incumpliendo aquí las normas antitrust que rigen en su mercado interno”. Pese a que su artículo llevaba por título “El cine español ante el mercado”, los responsables del periódico lo cambiaron por uno mucho más efectista que delataba, con todo, que este ataque a la consideración pública del cine no era un asunto en absoluto lateral. El título con el que finalmente salió publicado el artículo fue: “¿Por qué no gusta el cine español?”
Este artículo de Gubern forma parte del volumen Cultura audiovisual (la cita anterior se encuentra en las páginas 319 y 320), en el que aparecen recopilados una serie textos presentados a lo largo de treinta años (entre 1981 y 2011) y que aparecieron no sólo en periódicos y revistas, sino que también se debatieron en conferencias y congresos. Son un total de cincuenta y ocho textos, catorce de ellos inéditos, sobre imagen y cultura audiovisual, articulados en cuatro ejes temáticos: reflexiones generales sobre el cine, el cine norteamericano, el cine en España y textos sobre comunicación audiovisual. A lo largo de todos ellos, el espectro de temas y preocupaciones que refleja el volumen demuestran, por un lado, la “insaciable curiosidad” (según la expresión usada por Jenaro Talens en la presentación) de Gubern y, por otro, la necesidad que refleja su obra de situar la comunicación como el punto vertebrador del debate intelectual en una sociedad como la actual, caracterizada por el carácter masivo de los medios de comunicación y su papel ineludible en las relaciones entre administradores y administrados.
Esta idea recorre los textos del libro, con la plena consciencia de que el cine y la imagen no son meras ilustraciones sino elementos definitorios para el debate. Así, ya en el primer texto, “Del imaginario turístico al imaginario colonial”, pone en contexto los orígenes del cinematógrafo como una herramienta productora de sentido. En el último, “La revolución digital en los zocos”, acaba arremetiendo contra esa concepción de la inocencia de la tecnología, al señalar, refiriéndose a la primavera árabe, que “no solo las redes sociales han tejido un tramado de consignas y de complicidades ideológicas, han construido un nuevo imaginario o han convocado citas colectivas para sus protestas y reivindicaciones, sino que sus teléfono móviles han añadido a ese tejido comunicativo la grabación de imágenes que han dado la vuelta al mundo en la era de la televisión global” (p. 434). Ésta es una de las ideas centrales de Gubern, la consideración técnica para reflexionar sobre las motivaciones y sentidos del proceso de enunciación.
En medio, tenemos una serie de reflexiones, siempre estimulantes, que sitúan el audiovisual en los distintos contextos sociales y políticos (el nazismo, el franquismo, la guerra civil o el 11-S) y culturales (la generación del 27 o el futurismo), partiendo de las diversas fuentes que configuran la imagen del siglo XX, no sólo el cine y la televisión, sino también la fotografía o los carteles. En resumen, se trata de buscar una reflexión global sobre el siglo a partir de los diversos análisis de las manifestaciones de la cultura de masas. Un modo de proceder que nos recuerda el magisterio de Gubern, su carácter pionero en la reflexión teórica sobre el cine y la imagen en España, que conjuga rigor analítico con un afán didáctico, demostrando que ambas categorías no están reñidas.
Los textos de Cultura audiovisual muestran, además, la claridad expositiva de Gubern. Se trata de una característica también presente en sus libros académicos, pero que aquí resulta aún más diáfana al dirigirse a un público amplio mediante los escritos de prensa. Gubern ha sabido comunicarse también, a lo largo de los años, a través de los mismos medios que ha analizado, convirtiéndose en toda una referencia intelectual en un país con un sistema mediático tan proclive a la negación de las reflexiones sosegadas en beneficio de los mensajes que se puedan resumir en titulares, eslóganes y soundbytes. Por eso resulta, entre otras muchísimas razones, encomiable el trabajo de Gubern, porque, incluso en sus escritos de prensa, no renuncia a explicar los mecanismos ideológicos ocultos tras las manifestaciones culturales, aunque para ello tenga que asumir que existen editores de prensa que prefieren los titulares sensacionalistas y los enfrentamientos dialécticos maniqueos.
Manuel de la Fuente