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Alexander Mackendrick / Asier Aranzubía Cob

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9788437628790

Alexander Mackendrick, Asier Aranzubía Cob, Madrid, Cátedra, Signo e Imagen / Cineastas, 2011, 262 pp.

Resulta inevitable comenzar esta reseña llamando la atención sobre la ausencia de estudios en nuestro idioma sobre el cineasta que nos ocupa. Alexander Mackendrick cuenta en su filmografía con varias películas memorables y, sin embargo, los críticos e historiadores españoles han venido evitándole, en gran medida, desde mediados del pasado siglo, probablemente influidos por los prejuicios cahieristas de la época hacia el cine británico en general.

Cineasta británico aunque nacido en Boston, Mackendrick será una de las puntas de lanza de aquella pequeña productora que consiguió sintonizar con el sentimiento de la clase media inglesa de posguerra: la Ealing Studios. Suyas son dos de las más célebres comedias británicas de la década de los cincuenta: El hombre del traje blanco y El quinteto de la muerte; pero también consiguió levantar, a duras penas, al menos un par de notabilísimos films en su posterior incursión hollywoodiense, como son Chantaje en Broadway y Viento en las velas.

El presente libro es, por tanto, el rescate de un cineasta apenas atendido por nuestra historiografía, un ajuste de cuentas con un director de cine extremadamente meticuloso y exigente; pero también un estudio en profundidad de su método de trabajo plasmado en los agudos análisis de cada una de sus películas.

Uno de los grandes aciertos del volumen reside en su estructura tripartita: un necesario primer capítulo que se ocupa de la semblanza bio-filmográfica del cineasta, un estimulante estudio de las características formales de su obra en la segunda parte y, por último, la sección dedicada a los análisis fílmicos individuales de cada una de las películas.

El introductorio recorrido biográfico, indispensable al tratarse de una figura tan poco conocida en nuestro país –más allá de algunos de sus más célebres films– como la de Alexander Mackendrick, es acometido con rigurosidad y concisión. Aranzubía repasa atentamente la vida y obra del escocés desde sus inicios como dibujante publicitario hasta su etapa final en la enseñanza cinematográfica, sin dejar de lado ningún episodio importante pero evitando extenderse innecesariamente en prescindibles detalles de su vida personal y sin caer en ningún momento en el chascarrillo cinéfilo tan común en algunos trabajos de este tipo. En este sentido, es preciso destacar la notoria labor de investigación llevada a cabo por el escritor (con estancia en los archivos del British Film Institute incluida), que maneja con soltura la bibliografía disponible en el mercado anglosajón y traduce numerosas e interesantes aportaciones del propio Mackendrick vertidas en libros, documentales, entrevistas o clases. La consulta y comparación de distintos guiones de rodaje no hace más que refrendar el rigor historiográfico con que Aranzubía acomete su estudio.

Especialmente revelador, por desconocido, resulta el comienzo de la carrera del autor que nos ocupa. Su temprana vocación como cartoonist para publicidad (donde aprendería estimables lecciones de composición visual y captación de la atención) le llevaría a trabajar junto a George Pal en unos cortometrajes de animación para una campaña publicitaria, aunque para entonces su afición al cine ya se había plasmado mediante la escritura de un guión junto a su primo Roger MacDougall. Una vez comenzada la Segunda Guerra Mundial, sus ocupaciones pasarían de la realización de piezas de propaganda a la labor de documentalista, ocupando entre ambas el sorprendente puesto de supervisor de la producción del cine italiano a partir de la ocupación de Roma por los aliados. Trabajos, todos ellos, que le servirían de proceso de aprendizaje del oficio cinematográfico, hasta la decisiva llegada a la productora Ealing. Será en dicha empresa donde Mackendrick adquiera los suficientes conocimientos para dar el salto del guión a la dirección, labrándose una reputación de cineasta maniático pero eficiente, para más adelante dar el definitivo salto a Hollywood.

Si bien es cierto que el lector puede echar en falta más información sobre esos dos grandes proyectos frustrados que nunca llegaría a levantar en su etapa americana (Queen Mary of Scots y Rhinoceros) y los imprevistos de última hora que echaron por tierra los presumiblemente minuciosos trabajos de preparación de los mismos, es comprensible que dichos avatares excedan el objetivo del libro. En cualquier caso, aún siendo conscientes de que sus pretensiones estén lejos de convertirse en el estudio definitivo sobre el cineasta, también habría sido de agradecer al menos un breve bosquejo sobre el capítulo que Mackendrick dirigió para la serie The defenders, tratándose de su único trabajo para la ficción televisiva.

Por otro lado, es sumamente interesante el apartado dedicado a su actividad docente; no tanto por completar el apartado biográfico como por su especial relevancia a la hora de mostrar su particular forma de entender el arte (Mackendrick prefería llamarlo oficio) cinematográfico. Aranzubía se encarga de arrojar luz sobre las formas de hacer del cineasta mediante la alusión a las reflexiones recogidas en el libro On Film-making, en el que se recopilan muchas de las clases impartidas por el director de No hagan olas en el California Institute of the Arts, y su confrontación con las estrategias formales presentes en sus películas.

El segundo capítulo del libro, significativamente titulado “Identificación de un autor”, es el más breve pero a la postre sustancioso del libro, resultando imprescindible para el completo aprovechamiento de los posteriores análisis pormenorizados de cada película, ya que en él se dan las pistas y las armas necesarias para que la lectura de los mismos resulte totalmente productiva.

En este apartado, Aranzubía afronta la figura de Mackendrick desde la perspectiva de la autoría (algo que el propio cineasta, ferviente defensor del cine como fruto del esfuerzo colectivo, siempre rechazó) poniendo en tela de juicio la tan traída y llevada “política de los autores”. Así, se sirve de la aproximación de Serge Daney al tema de la autoría, para después enriquecerla valiéndose de las herramientas de la semiótica estructural. Aplicando las ideas de Daney a la figura de Mackendrick, comprobamos como encaja sin problema como autor perfectamente capaz de trabajar dentro de un sistema rígido como la Ealing, y a la vez elaborar una propuesta diferenciada que le permita desmarcarse parcialmente y arrojar luz sobre el mismo. A continuación, Aranzubía propone abandonar por un momento el concepto de autor “físico”, de carne  y hueso, para centrarse en la materialidad de los textos fílmicos, lo que nos llevará a encontrar la que, para el escritor, es la principal característica del trabajo de Mackendrick: el elevado grado de formalización que unifica toda su obra. Con una metodología basada en el análisis textual de secuencias escogidas, se demuestra el diseño milimétrico de las mismas y la complejización de las soluciones formales que el cineasta irá desarrollando a lo largo de su obra. No obstante, tampoco se deja de lado la identificación de temas recurrentes en la filmografía del director, proponiendo distintas agrupaciones de películas según traten el poder destructivo de la infancia (La bella MaggieSammy, huida hacia el surViento en las velas) o las relaciones entre los individuos y la comunidad (Whisky Galore!La bella Maggie de nuevo). También se hará especial hincapié en otra característica esencial de Mackendrick: su actitud crítica y descreída, que tomará forma mediante la utilización de la ironía y la ambivalencia impregnando todas sus historias, principalmente mediante los “argumentos mutuamente excluyentes” (como los define el escritor) de sus personajes, que impiden al espectador atento la completa identificación o solidarización con ninguna de las partes.

La última parte del libro reviste igual importancia (no en vano ocupa casi la mitad de su extensión), ya que viene a demostrar las apreciaciones comentadas con anterioridad con unos perspicaces análisis fílmicos, trabajados con la misma meticulosidad y precisión de las que el propio cineasta hacía gala en sus películas. Todo ello, conviene subrayar, con la misma prosa clarividente y didáctica que caracteriza todo el libro, cosa de agradecer en un estudio de este calado.

En conclusión, el verdadero valor del trabajo de Aranzubía, más allá de la recuperación de un cineasta semi olvidado por la crítica y obviado por la historiografía de cine en nuestro país, reside en la inclusión de ese apartado dedicado a la reflexión teórica y el estudio formal de la obra de Mackendrick. La aplicación de una metodología sólida al estudio concreto de un cineasta (unida a la pericia analítica del historiador) no sólo ilumina de forma reveladora la obra del mismo, sino que enriquece y dota de un mayor alcance al habitualmente rutinario y limitado género de las monografías sobre directores de cine.


Miguel Zozaya Fernández
UPV-EHU